El día que Donald Trump ganó las presidenciales en EEUU, El Periódico dio con el titular perfecto para su portada: Dios perdone a América. A pocos escapaba que a la Casa Blanca había llegado lo menos parecido a un político y lo más parecido a una broma de mal gusto. Pero había sido elegido por el pueblo en el altar de las urnas y eso no se negocia ni se discute, cuando de unas elecciones limpias y transparentes se trata, claro, por mucho que le protagonista parezca recién llegado de grabar el episodio piloto de un remake de Benny Hill.

Pasadas las semanas se difundieron teorías sobre las auténticas intenciones que había tenido el magnate a la hora de presentarse. Poco menos que él mismo se daba por derrotado de antemano y solo quería entrar en campaña por la publicidad (y su ego). Por lo visto, hasta su esposa, Melania Trump, lloró sin consuelo el día de los comicios viendo cómo todos los planes habían salido al revés. Su marido era presidente en contra de la voluntad de ¡los dos!, y ahora ya no podían hacer nada para evitarlo.

El caso recuerda al de Rodolfo Chikilicuatre, ese personaje prefabricado por Andreu Buenafuente para meterle un gol a Televisión Española por toda la escuadra cuando a la tele pública se le ocurrió hacer un concurso abierto a las votaciones del público para elegir representante para Eurovisión 2008. Cualquiera podía ir y así fue. Lo que había empezado como una broma terminó ante cientos de millones de espectadores en el Baila el Chiki-chiki, un esperpento con menos calidad musical que El corro de la patata.

Siguiendo con la asociación de ideas, es imposible no acordarse de esta farsa cuando uno observa los pasos que está dado Vox rumbo a las urnas. Si no fuera porque en Andalucía la carroza ya se ha convertido en calabaza, siendo este un primer aviso, y muy serio, alimentado por la irresponsabilidad de PP y Ciudadanos, podría suponerse que estamos ante un grupo de actores que han decidido jugar a ser políticos de ultraderecha para provocar la zozobra entre la población. A ver quién dice la burrada más gorda durante el día, para después por la noche reunirse en un sótano y reírse todos de sí mismos y de las consecuencias de sus discursos. Pero no, parece que no es así y que la cosa va muy en serio.

TVE perdonó a Buenafuente hasta el punto que el showman ha presentado los últimos Goya junto a su mujer. El tiempo dirá si también más de uno tiene que perdonarse a sí mismo su voto de este año.