El final del año coincide con nuevos tambores de crisis económica. El PIB de Alemania echó el freno de mano en el tercer trimestre al decrecer un 0,2%, lo que ha provocado que las luces rojas comiencen a encenderse en algunos países de la UE. España, sin embargo, consigue mantenerse en el pelotón de cabeza (por ahora) con un repunte de la actividad del 0,6% frente al 0,3% del conjunto de Europa. Los datos macroeconómicos permiten vislumbrar el corto plazo con cierto optimismo, aunque los expertos vaticinan ya un enfriamiento de la situación económica.

Sin embargo, todo esto suena a chino a una parte de la población que ha visto cómo la crisis ha amputado su futuro. Son, por ejemplo, los 63.600 desocupados, algunos de los cuales ya entran en la categoría de parados estructurales y cuyo ingreso en el mercado laboral es más que complicado. Se trata, en su mayoría, de mujeres, jóvenes y mayores de 50 años cuyos currículums acaban en la papelera sin remisión.

El crecimiento del PIB también trae sin cuidado a quienes se ven obligados a firmar un contrato temporal y precario para poder sobrevivir en el día a día. Ellos acaparan el 90% de los contratos que se firman todos los meses en Aragón. Muchos, con suerte, verán reflejada en su vida laboral más de cinco puestos diferentes al cabo del año. Para ellos, el mes se hace cada vez más largo. Porque los gastos suben más que las nóminas. Y porque la rueda del mercado laboral resulta, a la postre, un círculo vicioso del que difícilmente se sale.

Las estadísticas tampoco son del agrado de quienes se ven obligados a compartir piso para vivir bajo un techo. Simplemente, les importan poco. Porque el alquiler repunta como nunca antes y porque comprar una vivienda vuelve a convertirse en algo prohibitivo a la vista de las expectativas. Y el último fallo del Tribunal Supremo sobre los gastos hipotecarios han dado la puntilla y han abierto la puerta a nuevos incrementos de los diferenciales en los préstamos hipotecarios.

PENSIONISTAS Y MUJERES

Desde otra perspectiva, los pensionistas actuales, pero sobre todo los que se retirarán en los próximos años cruzan los dedos para que el Estado de Bienestar no pinche. La hucha de las pensiones vive sus últimos días porque las cotizaciones a la Seguridad Social no permiten enjugar los gastos que ocasiona el retiro. Y eso preocupa, y mucho. Que se lo pregunten a la generación del baby boom (los nacidos entrados los años 60 y hasta 1975) que ya dudan de que las pensiones existan cuando se jubilen.

Hoy, la pensión media en Aragón casi se iguala con el salario medio de las mujeres, lo que da una idea de cómo está la situación en el colectivo femenino. En muchos casos, trabajan tanto como el que más, cobran menos porque acceden a trabajos eventuales y a contratos a tiempo parcial. Eso, por no hablar de la conciliación, que sigue siendo una quimera para muchas de ellas.

En definitiva, que España y Aragón crecen. La comunidad podría cerrar como la autonomía más dinámica del país y España como el país más vigoroso en Europa. Sin embargo, sería conveniente que los árboles permitan ver el bosque. Porque las siguientes generaciones están hipotecadas y son la base del futuro. Porque las mujeres se han rebelado ante una sociedad que avanza por caminos que no les llevan a ningún lugar. Porque el mercado laboral está hecho unos zorros. Y porque, en definitiva, la crisis económica que los expertos anuncian ya está aquí. Pero es invisible o, simplemente, no se quiere ver.