Cristina se sentía un poco sola cuando estudiaba Ciencias Políticas en la Uned, sin compañeros ni profesores de referencia. Hasta que descubrió a una investigadora llamada Ángela López, que estaba decidida a montar el Colegio de sociólogos. «De repente, ya no soy un bicho raro, hay alguien más que salta las paredes de la universidad para relacionarse con la sociedad», recuerda Monge, socióloga y politóloga. Ese encuentro abrió su horizonte como investigadora. Ambas empezaron a coincidir en diversos asuntos académicos: «Temas de juventud, América Latina, o los grafitis como modo de expresión de los desposeídos. A Ángela le interesaba todo», recuerda la analista política, que compartió con López la inquietud ante todo aquello que pudiera ayudarles a comprender la sociedad en que viven.

Angela López Jiménez (Pamplona, 1945-Zaragoza, 2007) estudió desde el punto de vista de la sociología la ciudad que hizo suya, Zaragoza. Estuvo casada con Timothy Bozman, profesor de Filología inglesa en la Universidad de Zaragoza, y con quien tuvo una hija, Paloma. Durante el debate por la reforma del PGOU de Zaragoza, a mediados de los 90, Ángela fue la persona que hizo aportes al debate urbanístico desde la sociología, algo novedoso, hasta revolucionario.

«Decía que había que leer las paredes. Que era la manera que tenían los que no salen en el Telediario de expresarse. Que de ese modo esas personas estaban escriturando la ciudad». López estudió con intensidad el hábito de llenar de mensajes, textuales o visuales, los muros de las ciudades. «Los sindicatos tienen voz, pero muchos trabajadores no la tienen. Gente que no va a escribir jamás un artículo, ni dará nunca una conferencia, pero se expresa de esta manera», recuerda Monge.

Ángela López, por Daniel García-Nieto.

La socióloga se preocupó por el grafiti en el México conquistado por Hernán Cortés, en el mayo del 68 francés o en el metro neoyorquino de los 70. Todos ellos tenían algo en común: fueron el grito de los humildes. Los excluidos y los jóvenes eran sus dos obsesiones científicas. La preocupación por permeabilizar la ciencia sociológica y la realidad de la calle fue su objetivo científico fundamental. Cuando el entonces alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, impulsa la Fundación Zaragoza Ciudad del conocimiento, es ella quien coordina al grupo de grandes figuras de la sociología, como Manuel Castells.

López supo dar un enfoque sociológico, humano por lo tanto, a los informes del Consejo Económico y Social, que ella presidió. «Hasta entonces eran documentos muy economicistas», afirma Monge, quien confiesa deber mucho a la obra de la socióloga. Su gran labor fue filtrar el discurso social en instituciones, colectivos y medios de comunicación. «Tenía una visión de la ciudad muy desde abajo, como se diría ahora. El 15-M le habría encantado. Se hubiera metido en las plazas a ‘cotillear’, sin lugar a dudas».

Aquel discurso no le hubiera sido extraño: Ángela López observó en América Latina diversos métodos de participación ciudadana que Europa copió. «Era una feminista convencida, está en la fundación de Las Sabinas. El 8-M tal como lo conocemos hoy, tras la era del #Metoo, le habría entusiasmado».

Ángela López se ocupó, en suma, de dar fe de las otras utopías, las de quienes escriben en una pared «Prohibido prohibir».