No hay que rebuscar demasiado para comprobar que Aragón tiene un buen puñado de ventajas competitivas que le deberían bastar para no tener que estar pendiente de lo que hay ahí afuera. Anhelar lo que uno no tiene nunca fue una cualidad de la que alguien pueda sentirse orgulloso, primero porque es absurdo y segundo porque ensombrece aquellas virtudes que le hacen especial, diferente y genuino. Pues bien, ya va siendo hora de que Aragón se fije en sí mismo, en el tesoro de sus gentes, en la riqueza de su historia, en un territorio único y preñado de diversidad, en los logros cotidianos de sus ciudadanos y en un horizonte lleno de oportunidades que habrá que labrarse. En definitiva, no se trata de despreciar lo ajeno sino de valorar lo propio. De una vez por todas.

Hace apenas unos días pude asistir a un debate sobre el futuro del sector agroalimentario, en el que participaron responsables de tres de las compañías más notables de la comunidad. A pesar de los años de crisis, que han lastrado la economía nacional y regional, estas tres empresas habían conseguido crecer con fuerza en los principales mercados a los que iban dirigidos sus productos: chocolate (Lacasa), cárnicas (Fribin) y vino (Grandes Viños y Viñedos). Y todo ello gracias al empuje de sus equipos y plantilla, la internacionalización y una gestión adecuada en tiempos complicados.

Sin embargo, estas tres compañías reclamaban una sola cosa: no ser olivados por la administración en un momento en el que hay varios macroproyectos que están a punto de aterrizar en Aragón, con Bon Área y grupo Pinni como grandes protagonistas.

Problemas administrativos

Una de estas empresas, Lacasa, llevaba más de 10 años intentando ampliar su sede de Utebo, pero la burocracia y los problemas administrativos habían lastrado un proyecto que todavía hoy sigue encallado. Mientras, el consejo de Gobierno autoriza, con buen criterio, las declaraciones de iniciativas de interés autonómico para que las tramitaciones de estos grandes proyectos que quieren implantarse en Aragón se vean aceleradas y acortadas en el tiempo. La pregunta es: ¿Por qué no se presta la misma atención a las empresas que llevan decenas de años instaladas en la comunidad y que llevan la marca Aragón por medio mundo?

Toda la inversión que llega a la comunidad es recibida con los brazos abiertos, como es lógico. El desembarco de General Motors cambió la cultura industrial de Aragón, Inditex representó todo un espaldarazo a la logística en la comunidad y el macroproyecto de Bon Área supondrá, a buen seguro, un impulso sin precedentes a la industria agroalimentaria.

Trabajo silencioso

Pero habrá que estar atento a las decenas de empresas que, con mucho esfuerzo, siguen ampliando instalaciones y plantilla. Ellas realizan un trabajo silencioso, pero efectivo, y también suman. No es tarea fácil que llueva al gusto de todos, pero conviene recordar que, más allá de la capacidad de atraer empresas a Aragón, está la obligación de atender a las que han fortalecido durante años el tejido productivo y la economía de la comunidad.

La crisis de la minería puede servir de ejemplo para ilustrar esta situación. Samca, empresa 100% aragonesa, ya ha anunciado varios proyectos para paliar los efectos del cierre de la térmica de Endesa en Andorra. La eléctrica no tiene visos de contentar las exigencias del Gobierno de Aragón en cuanto a compromiso con el territorio, dotación de fondos y proyectos de futuro. Y lo más probable es que la merma de empleo y de tejido productivo en una de las zonas más desfavorecidas de la comunidad se vaya a suplir con apuestas de compañías locales. Todavía no han trascendido nombres más allá de Samca, pero todo apunta a que parte de la solución pasará por el desarrollo de proyectos con sello aragonés.

En definitiva, se trata de subrayar lo que debe ser valorado: el esfuerzo de muchos años, el compromiso con el territorio y, en definitiva, el haber estado ahí contra viento y marea. Y si tienen que venir inversiones jugosas de otras comunidades autónomas o países, adelante, son bienvenidas. Pero conviene recordar que lo importante no es siempre lo más urgente.