El 27 de junio de 1916, el diario La Vanguardia publicó la noticia del descubrimiento de cuatro lienzos de Goya en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Remolinos. Según leemos, fue la Sociedad Amigos de Aragón la organizadora de una excursión a Remolinos en honor a Ignacio Zuloaga, a la que se sumó un grupo de eruditos locales, con el propósito de conocer su opinión sobre la autoría de cuatro obras atribuidas a Goya por el señor Castroy, párroco de Belmonte. La altura de las pinturas, localizadas en las pechinas de la cúpula, impedían su estudio minucioso pero la «casual oportunidad de haberse desprendido o descolgado» una de ellas le permitió examinarla con detenimiento y adelantar que pudieran ser obra de Goya. Motivo por el cual se solicitó la opinión de Zuloaga, quien no tuvo dudas: las obras eran de Goya, lo que suscitó el entusiasmo del vecindario de Remolinos que para expresar su gratitud organizó un espectáculo religioso-coreográfico que mereció ser descrito en la crónica: «Procesionalmente llevada a la plaza en andas la estatua de San Antonio, patrón del pueblo, comenzó ante ella una danza religiosa por unos mozos virtuosamente ataviados. Alternando con el baile declamaron ellos mismos una pieza literaria, a manera de autosacramental, de marcado sabor religioso y satírico a un tiempo. Acabó con varios bailes de los danzantes, muy curiosos. Por fin sonó la jota y el señor Zuloaga, emocionado, bajó a la plaza, se quitó la chaqueta para ir como los mozos y bailó la jota con una señorita de la localidad, entre los aplausos y vivas de cuantos lo presenciaban».

Un día de júbilo

Nada se sabe sobre el origen del dance de Remolinos, cuyas primeras referencias que se conservan son de mediados del siglo XIX, la mayoría dedicadas a San Antonio de Padua. En los años previos a la Guerra Civil, una época floreciente para el dance en opinión de los expertos en el tema, se representaba la parte hablada en su totalidad. Tras la guerra el dance se suspendió para recuperarse a partir de 1942 aunque perdiendo algunos de sus fundamentos, como la pieza teatral que desapareció en favor exclusivo del baile.

Los textos del dance dejan constancia de que la actuación para celebrar la visita de Zuloaga es la primera ajena al calendario de fiestas del municipio. Fue aquel un día de júbilo. «A la entrada de la población, con gran sorpresa nuestra que no contábamos sino con la agradable compañía de algunos vecinos que nos guiara, esperaba al señor Zuloaga el vecindario en masa, con las autoridades a la cabeza. Los balcones engalanados, los mozos vestidos de fiesta y una banda de música, con los danzantes, abriendo paso a los excursionistas entre la multitud que gritaba: ¡viva Zuloaga!, ¡viva el señor Zurriaga!», escribió José María Azara para El Noticiero el 25 de junio de 1916. Debo el artículo a Alberto Castán que me aclara que Zurriaga era como los niños llamaban a Zuloaga.

Sobre el descubrimiento de las pinturas de Goya, existen otras versiones como la de José Luis Morales que apunta a que fue en 1915 cuando se desprendió el lienzo de San Agustín y que tras ser examinado por el párroco Pablo Aznárez y el párroco de Belmonte de Mezquín, José Castro y Marcellán -Castán ha corregido el primer apellido: Catroy y no Castroy o Castro, tío de Julio y Honorio García Condoy, que además de sacerdote era pintor aficionado- les pareció que tenía relación con los que conocían de la cartuja de Aula Dei por lo que trasladaron la pintura a Zaragoza donde se restauró y fotografió. La estudiaron, entre otros, los Hermanos Albareda y Ricardo del Arco, además de Javier García Julián que en 1923 la publicó por vez primera y dejó el siguiente testimonio: «La pintura de San Agustín está algo comida del sol, le da directamente durante muchas horas en ciertas épocas del año, penetrando libremente por una ventana de la alta linterna, aquella desprovista de cortina. Los restantes cuadros están muy bien conservados y vivos son sus colores».

En opinión de Zuloaga la serie de los Cuatro Padres de la Iglesia de Goya en Remolinos (c. 1972-1973) -que, en fecha desconocida, tuvieron que adaptarse para ajustarlas a las pechinas, de ahí su forma oval-, era la primera y no una copia de la que pintó para la ermita de Nuestra Señora de Las Fuentes en Muel. A petición del alcalde, del juez y del cura párroco, Zuloaga redactó y firmó el siguiente documento: «En Remolinos, provincia de Zaragoza, a 23 de junio de 1916, hallándome en el expresado pueblo y habiendo tenido ocasión de visitar la iglesia parroquial del mismo, examiné cuatro cuadros titulados San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo y San Gregorio, existentes en dicha iglesia, los cuales para mí, son legítimos y auténticos de Goya». Y añadió: «Agradecidísimo para toda la vida».

Escuela de Fuendetodos

La visita de Zuloaga a Remolinos afianzó su relación con Aragón y su proyecto de crear y dirigir la que denominó Escuela pictórica de Fuendetodos. En aquel tiempo los intereses de Zuloaga y de los artistas y representantes del regeneracionismo aragonés confluían: Goya se convirtió para todos en el referente principal de la ansiada identidad aragonesa por lo que las iniciativas de Zuloaga fueron acogidas con enormes expectativas. Por otra parte, Zuloaga se quiso y sintió abanderado de una causa que implicaba, además, ser el eslabón que uniera a Goya con los artistas aragoneses en la ya mencionada escuela, cuyo mayor obstáculo fue la ausencia de una mínima base ideológica más allá de la simple reivindicación de un regionalismo tradicional y obsoleto, ajeno a la búsqueda de nuevas vías de expresión e insuficiente para sacar adelante alguna propuesta acorde con los tiempos. Los proyectos de Zuloaga infundieron ánimos y activaron un debate hasta entonces desconocido en Aragón, pero se mostraron insuficientes en un panorama dominado por la desorientación general.

Muchos años más tarde, en 1988, Teresa Grasa y Carlos Barboza -a quienes agradecemos habernos facilitado las imágenes- recibieron el encargo de restaurar las pechinas de Goya en Remolinos que, según notificaron en su informe, estaban clavadas por el contorno a unos tablazones de pino con tachuelas; completamente humedecidas y a punto de desprenderse del soporte. En 1989 se presentaron en la exposición dedicada a Goya en Ca’Pesaro de Venecia; en 1990 en la muestra Joyas de un Patrimonio, en el Palacio de Sástago; y en 1992 en el Pabellón de Aragón de la Expo de Sevilla.

Queda en la memoria el dance de Remolinos que festejó a Goya.