Hace unos días tuve la paciencia de tomar el tren de media distancia desde Zaragoza a Valencia. Durante cinco largas horas, divisé pormenorizadamente cada paisaje, el paso por las cercanías de cada pueblo, el transcurrir de vehículos que se perdían en la lejanía acelerada al paso de un tren que, a modo de cercanías, se desplazaba muy lento.

Han sido muchas las protestas que mis paisanos de Teruel han realizado para tener los accesos a su ciudad que cualquier ciudadano de un país desarrollado se merece. En el campo de los transportes públicos, parece que existan dos Españas, los que están conectados con fluidez, con trenes que se llenan, donde los viajeros van y vienen a trabajar diariamente; y los que lo tienen más difíciles, a quienes se les trata como ciudadanos de segunda.

Esta situación ahonda más en la lejanía y en la despoblación. Ciudades con gran riqueza monumental, arquitectónica, histórica y gastronómica son en menor medida visitadas por lo crudo de la hazaña que supone tomar un tren de segunda clase. Ir a pasar el día, se convierte en una tortura, en un imposible. Nada menos que dieciocho paradas, separan a dos grandes capitales, de Zaragoza a Valencia. Ir a Madrid cuesta una escasa hora y veinte en el peor de los caos, mientras que ir a la capital del Turia lleva cinco largas horas. Cada parada (María de Huerva, Arañales de Muel, Cariñena, Encinacorba, Calamocha Nueva, Caminreal Fuentes Claras, Torrijo del Campo, Monreal del Campo, Santa Eulalia del Campo, Cella, Teruel, Sarrión, Mora de Rubielos, Barracas, Segorbe-Ciudad, Sagunto, València Cabanyal y València Nord) se detiene durante prolongados minutos esperando en la mayoría de los casos a que nadie suba. Y no es extraño que sea un imposible plantearse ir en tren porque una cosa es pasear y otra perder el tiempo. Parece un anacronismo que en tiempos de la celeridad de lo virtual, tengamos que ir tan despacito. Pasar por tierras del Cid, te hace pensar que un planteamiento marketiniano, hubiera atraído a turistas a pasar un día por este recorrido, pero con este tren ni el mismo Campeador se hubiera pensado hacer esta interminable ruta.

El corredor del Mediterráneo necesita ya, con urgencia, que se dé una respuesta a tener unas comunicaciones fluidas, que no paren en cada pueblo. Esperemos que las promesas políticas no queden en saco roto, porque es vital para que capitales de provincia como Teruel fluyan y posibiliten un acceso digno, mientras tanto ver un tren desierto e inhóspito se hace desesperanzador. De momento, vamos despacito, las vías aún están en fase de desarrollo.