Una cultura de pactos es o debería ser un campo abierto, no un achique de espacios. Es difícil jugar a ambas cosas a la vez. Las etiquetas gruesas, descalificadoras y excluyentes que utilizan los líderes de algunos partidos contra otros para abrirse un espacio electoral propio pueden en cualquier momento volverse en contra y mostrar sus contradicciones. La propaganda populista que sustituye a lo que deberían ser verdaderos programas es ya una herramienta extendida, con sus consiguientes simplificaciones, exageraciones y elusiones interesadas. Poner de fondo canciones de Manolo Escobar no deja de ser la guinda perfecta a tanta simpleza.

El camino del despropósito se allana más aún cuando las soflamas o las ocurrencias se convierten en noticias con fuerte visibilidad en los medios, lo que, según diferentes estudios, influye positivamente en el apoyo público a esas formaciones que se dicen políticas pero que están más cerca del conjunto vacío que otra cosa. Basarse en la emoción más que en la reflexión o distraer de lo importante son estrategias de manipulación que ya definió el escritor francés Sylvain Timsit hace más de 15 años.

El cambio en Andalucía pondrá a prueba lo que de momento se antoja un castillo en el aire. Un pacto a tres bandas con la misma raíz en lo fundamental y pretensión en lo económico que, sin embargo, les obliga a cada uno a defender un mensaje propio con la vista puesta en las elecciones de mayo. Un trato, además, vestido como si fueran dos distintos para que Ciudadanos mantenga abierta la puerta estatal que le acerque al PSOE caso de ser necesario. Pablo Casado, mientras, ya sabe que sus amistades peligrosas han soliviantado a muchos de los suyos, desde Feijóo a un Rafael Hernando que quién iba a decir que iba a parecer de centro comparado con otros recién llegados.

La izquierda de enfrente haría bien, mientras, en dejar de llevarse las manos a la cabeza y ponerlas en la masa. Especialmente un Podemos diluido, por no decir abierto en canal, cada vez más lejano de aquel 15-M del que siempre se ha reclamado heredero y «que ha quemado muchas posibilidades» en palabras de Toni Negri, inspirador central de aquel movimiento. Errejón se ha ido con Carmena convencido de que aún se pueden definir prioridades y un programa incluyente antes que el reparto de micropoder entre facciones.

Como Iglesias siga así, Vistalegre III tendrá que celebrarse en su chalet de Galapagar. Y sobrará sitio.