Tras la muerte de Fernando VI, su sucesor Carlos III perdió la confianza en Farinelli, el más famoso de los castrati, pero dispuso mantenerle el sueldo «en consideración de su moderación, no habiendo jamás abusado del favor, del afecto y de la generosidad del Rey su antecesor». Cuenta José María Domínguez que uno de los grandes amigos y colaboradores de Farinelli, el dramaturgo Pietro Metastasio ya le había advertido en los versos de la primera escena de Artaxerxes del fin de su gloriosa estancia en España: «... La otra turba / de falsas amistades / falta cuando la gracia del Rey falta. / ¡Oh! ¡Cuántos vi humillados antes, / que hoy no caben de orgullo y soberbia». Pero Farinelli no reparó. Tan seguro estaba de que nada podía empañar la confianza que en él habían depositado Felipe V y Fernando VI, para quienes elaboró, con Metastasio, un gran programa operístico en defensa de la monarquía, que suscitó la envidia de otros mandatarios europeos.

Desde la Corte de Madrid la ópera italiana irradió a todas las ciudades. También a Zaragoza. En 1769 finalizó la construcción del nuevo Teatro del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, que sustituyó al anterior, entre otras razones, por la imposibilidad de acomodarlo a la representación de los nuevos espectáculos. Se inauguró con la actuación de la compañía del empresario teatral y actor Carlos Vallés con quien la Junta del Hospital firmó acuerdo para gestionarlo. Las investigaciones realizadas por Amparo Martínez Herranz en Zaragoza y por María Gembero Ustárroz en Pamplona, nos permiten cruzar datos para conocer mejor algunos detalles que afectan a la breve historia de aquel teatro.

Sobre la personalidad de Vallés cabe señalar la importante protección que recibió del conde de Aranda, del conde de Ricla o del conde de Floridablanca, que no dudaron en presionar a la Ciudad de Pamplona obligando a sus regidores a reconsiderar el rechazo a la compañía. De poco sirvieron los argumentos, como el que se dio al conde de Aranda el 19 de junio de 1768: además de no ser numerosa «en su mayor parte se compone de dependientes de las curias real y eclesiástica, de artesanos, oficiales y otras gentes». A Vallés volvemos a encontrarlo en el año 1784, cuando presentó con el marqués de Ayerbe la primera iniciativa para construir un nuevo teatro en Zaragoza, tras el incendio que en 1778 había destruido el Teatro del Hospital. La propuesta fue desestimada.

En 1777 el nuevo arrendatario del Teatro del Hospital, Manuel Navas, con el apoyo del conde de Sástago contrató al empresario de óperas italianas Giuseppe Croze que eligió Zaragoza como centro de su actividad itinerante por las ciudades del norte del país, entre ellas Pamplona. Según datos obtenidos por Gembero Ustárroz, en 1776 Croze disponía de cinco óperas bufas y una ópera seria, todas acompañadas de la mejor música que podía encontrarse y seis bailes de nueva invención, ocho tonadillas, y todo vestido y decorado con propiedad y aseo. Y según la carta que escribió en Zaragoza, el 26 de mayo de 1778, al Teatro de Pamplona, su compañía la formaban ocho cantores, doce bailarines, músicos, y su repertorio incluía veinte óperas, entre ellas Artaxerxes de Metastasio.

Los estudios realizados sobre el teatro en Valencia informan de que la compañía de Croze llegó a Valencia en la temporada de 1777-1778 para actuar en la Botiga de la Baldà. En 1778, durante la representación de una ópera se produjo un incendio que, pese a los continuos avisos de una bailarina, afectó a parte de los espectadores que no pudieron salir del edificio. Croze abandonó Valencia. Y la ciudad se quedó sin ópera durante un lustro.

‘Incendio de la Casa de Comedias del Hospital en 1778’, obra atribuida a Goya.

Los gritos de «foco», «foco», «foco»... se oyeron también en el Teatro del Hospital en Zaragoza, la tarde del 12 de noviembre de 1778. Nadie hizo caso a la bailarina, ni al primer actor. Tampoco comprendían qué era eso de «foco». No tardó en salir el empresario: el fuego estaba controlado, sin advertir que se había extendido por las bambalinas y el telar. Apenas se conocen más datos que los que aportó en 1779 Tomás Sebastián y Latre, cronista oficial de la ciudad. Según escribió, una compañía de ópera italiana representaba la Real Jura de Artaxerxes cuando durante la preparación del decorado de jardín para el baile de Las estatuas animadas una vela prendió y el fuego se extendió con rapidez por el teatro. Murieron 77 personas y 52 sufrieron quemaduras. Aquel día, señaló el cronista, la asistencia de público al teatro, que contaba con 1300 localidades, fue considerable al ser una jornada de gala y por haber anunciado la compañía una pieza célebre. La salida fue muy complicada, sobre todo para las mujeres que ocupaban el gallinero. «Todo suspiros, ayes y gritos. Susto y horror».

Hay datos en la narración del cronista que no encajan. Es muy raro que una compañía de ópera italiana llevase en su repertorio la adaptación en castellano del Artaxerxes de Metastasio, a cargo de Antonio Bazo que la convirtió en comedia con el título de Real Jura de Artaxerxes o La piedad de un hijo vence la impiedad de un padre y real jura de Artaxerxes; que, por cierto, sí la representó Pedro Fuertes con su compañía de Zaragoza. Los gritos de la actriz y del actor dan testimonio de que efectivamente, tal como señala el cronista, era una compañía italiana de ópera. De lo que cabe deducir que se representó Artaxerxes de Metastasio por la compañía de Croze. Años más tarde, el Semanario Pintoresco Español publicó el 23 de abril de 1843 una nota sobre el nuevo teatro de Zaragoza: «Está situado en la calle del Coso, y se construyó de nuevo en 1799, de resultas de haberse quemado en 1778, durante la representación del Artajerjes de Metastasio”.

Doce años sin funciones

La mala suerte perseguía a Croze. Tras los incendios de 1778 sufridos en Valencia y Zaragoza, en abril de 1779 arrendó la Casa Teatro de Comedias de Murcia que aquel año se quemó. Más allá del futuro de Croze y de su compañía, los incendios de Valencia y, sobre todo, de Zaragoza tuvieron graves consecuencias para el teatro en España. En Zaragoza pasaron doce años hasta que volvieron a representarse funciones esporádicas y de limitado aforo; y nueve años después, el 25 de agosto 1799 se inauguró la nueva Casa de Comedias, que hoy es el Teatro Principal.

A la desolación y el temor que el incendio suscitaron en la población, siguió la inmediata prohibición de construir un nuevo teatro por orden del conde de Floridablanca en respuesta a las presiones del Arzobispado de Zaragoza. El accidente era la excusa perfecta para imponer una estricta normativa que, junto al rechazo de representar obras en idioma extranjero, puso fin a los intentos de modernizar la escena española iniciada a comienzos del siglo XVIII. El incendio del Teatro de Zaragoza fue motivo de terribles y malévolos versos. El salmantino José Iglesias de la Casa le dedicó la elegíaca composición El llanto de Zaragoza con el propósito de ahuyentar a quienes caían en el embeleso del teatro. Ocurrió, sin embargo, que nada pudo ni podrá parar al teatro.