Nunca he entendido por qué existe tan grande diferencia de salarios entre unas profesiones y otras. ¿Por qué un deportista de élite cobra millonadas y un peón de la construcción, no? Es que vende muchas camisetas, me explican unos. Es que genera mucho dinero, me cuentan otros. Pero yo no lo entiendo. Y médicos, dentistas, abogados, actores, cantantes, famosos que no dan un palo al agua… ¿Por qué ganan tanto dinero? Es que un médico salva vidas, me dicen unos. Es que tienen carrera y han estudiado mucho, comentan otros. Yo me rasco pensativo la cabeza y sigo sin entenderlo.

Trabajé durante dos años en una residencia de ancianos. Les puedo asegurar que el noventa por ciento de las auxiliares de geriatría que conocí, son excelentes personas. Cumplen turnos agotadores, tienen que arreglar un sinfín de habitaciones en tiempo récord, limpian el culo de una persona mayor con la mejor de sus sonrisas. No las valoran un pimiento. Ganan una miseria. ¿Por qué? Ellas sí que salvan muchas vidas. Muchas.

Mi amigo Ramón lleva trabajando en una fábrica de coches más de veinte años. Son durísimas jornadas de ocho horas levantando ruedas. Cada dos semanas le cambian los turnos; pudiendo ir de mañana, de tarde o de noche. Ramón camina con la espalda encorvada y tiene las manos deshechas de trasladar neumáticos de un lugar a otro. Dicen que su trabajo también contribuye a mejorar la economía del país. Entonces, ¿también genera dinero, no? Cobra unos mil euros.

Jenny es de Nicaragua. Trabaja como interna al cuidado de una señora de noventa y tres años que padece alzhéimer. Como se suele decir “Es un peso muerto”. Jenny la levanta una y mil veces para cambiarla, asearla, llevarla al sofá… Lo hace siempre con una sonrisa en los labios. Apenas ve a su familia. Cuando va a su casa el fin de semana se muere de frío. Encender el radiador eléctrico le puede arruinar lo ganado. Lo ganado, ya lo saben ustedes, es muy poco. No llega a los novecientos euros. Claro, no ha estudiado. O sí. Da lo mismo, pero… ¡qué habilidad para mover las extremidades de la anciana sin que ésta sufra dolor!

El primer día que llegué a trabajar al colegio me ayudaron muy poco (por cierto, algo normal en cualquier trabajo, ya que generalmente no te ayuda ni su pu… madre). Casi nadie me habló. Comí solo en el comedor escolar. Entonces, Marga se acercó a mí, quitó unos platos de la mesa y me dijo: “No te preocupes, come tranquilo que ya la limpiaré luego. ¿Eres nuevo? Yo me llamo Marga". Ella cocina y limpia. Lo hace durante ocho horas seguidas. Sin descanso. Cuando termino de comer me acerco siempre a despedirme de ella. Si hablamos más de cinco minutos, me corta: “Adios amigo, tengo que seguir trabajando”. Es una gran trabajadora y una excelente persona. La mayoría de sus compañeras en cocina también lo son.

Son cuatro casos de personas dedicadas en cuerpo y alma a sus oficios. Horas, horas y horas. Como las que también dedican los pequeños comerciantes, las cajeras de los supermercados, los barrenderos (por cierto, sin ellos, ¿se imaginan ustedes cómo viviríamos?), los reponedores, las promotoras en estancos o bares nocturnos… ¿Por qué sus sueldos son tan bajos? ¿Por qué tantas horas extras sin pagar? Hace unos días, una trabajadora de una empresa de transportes me dijo: “Ya no me afecta que no me paguen el trabajo extra, lo que me parece inhumano es que nunca reciba un triste GRACIAS.”

Claro, no generan espectáculo, ni negocios lucrativos que muevan masas y dinero, no tienen títulos, no han estudiado. Pero yo quiero que COBREN MUCHO MÁS. Y, además, quiero la camiseta de Marga. ¿Dónde la venden?