Una década después de que Aragón rozara el pleno empleo, con motivo de la celebración de la Expo del 2008, y dos reformas laborales mas tarde, el mercado de trabajo ofrece un horizonte todavía inquietante. Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), publicados la pasada semana por el Instituto Nacional de Estadística (INE), muestran un laberinto del que se pueden extraer algunas conclusiones reveladoras sobre cuáles son las expectativas del empleo en la comunidad.

Aragón cerró el 2018 con 649.000 activos, de los que 577.000 trabajan y 72.100 están en paro. Además, hay casi 450.000 personas inactivas. Esa es la letra gruesa, pero la encuesta ofrece un sinfín de interpretaciones.

Lo primero que llama la atención es el incremento de la temporalidad en Aragón. La recuperación de la economía ha elevado de forma notable el número de ocupados, pero lo ha hecho de una forma muy desigual. En estos momentos, casi un tercio de los asalariados aragoneses (124.400 personas) tienen un contrato temporal. Solo en el último año la cifra ha crecido en 10.800 personas. Mientras, solo hay 200 empleados indefinidos más que en diciembre del 2017. La tendencia es imparable, pese a que la riqueza, en términos de producto interior bruto (PIB), ya está por encima del inicio de la crisis económica.

MÁS PRECARIEDAD

La modalidad de empleo low cost parece, por tanto, imponerse y de ella también forman parte los empleados con contratos a jornada parcial. Son ya casi 92.000 personas en Aragón, 7.800 más que hace un año. Solo en el último trimestre este tipo de trabajadores ha crecido en 11.400 personas, mientras que hay 14.500 personas menos con un contrato como los de antaño.

Las mujeres, los jóvenes y los inmigrantes son los principales afectados por esta situación. El mercado laboral de Aragón, como el del resto de España, lo integran cuatro grupos: los funcionarios públicos, los asalariados del sector privado que todavía conservan un cierto estatus, aquellos que están rezando para que se queden como están y, finalmente, quienes van dando tumbos de empresa en empresa con el único objetivo de llegar a fin de mes. En este contexto, la desigualdad es cada vez mayor. Es un hecho.

A pesar de ello, Aragón no pierde su atractivo como destino para encontrar un empleo. Será una de las comunidades que más crecerá en el 2018 como se encargó de certificar la Autoridad Fiscal Independiente (Airef) el pasado viernes. Estas buenas expectativas se reflejan en que la población activa creció en 10.700 personas en el último año.

Muchos de estos nuevos potenciales trabajadores fueron inmigrantes. Concretamente, hay 5.900 más que hace un año, y eso a pesar de que el paro ha escalado en este colectivo hasta las 23.200 personas, 8.100 que en el trimestre anterior. Mientras, las mujeres intentan cerrar esa brecha que les separa de los hombres. Hay 10.400 ocupadas más que hace un año frente a solo 900 hombres.

CONSTRUCCIÓN Y AGRICULTURA

Otro de los rasgos del mercado laboral aragonés es que la precarización del empleo procede de sectores concretos. Es el caso de la construcción y la agricultura. La ocupación del primero crece casi el 21% (6.400 personas más), mientras que el segundo escala el 3,93% en el último año (1.400 empleados más). Los servicios, el sector que da más trabajo da en la comunidad, suma 389.500 ocupados mientras que la industria parece perder fuelle de la mano de la caída del crecimiento en Europa y, por tanto, de las exportaciones.

La gran incógnita es qué sucederá en el 2019. Todo apunta a que las economías europeas sufrirán una progresiva ralentización, lo que podría limitar la recuperación del empleo y, por tanto, de los salarios. Y eso, en un momento en el que los precios comienzan a escalar puede ser letal, sobre todo para los 72.100 desempleados, pero también para los casi 92.000 trabajadores que tienen un empleo a jornada parcial en Aragón y para los más de 124.00 temporales. Son, en definitiva, las víctimas del empleo low cost.