Sobre un abrazo hipócrita pretenden edificar Pedro Sánchez y Pablo Iglesias el próximo gobierno español. Con la hemeroteca apretándoles donde más duele, ni ellos mismos lo pueden negar, así que todos los francotiradores de guardia y demás tertulianos que no ven más allá de un entente PSOE-PP llevan ya muchas horas disparando a discreción. En España se ha pasado de abominar del bipartidismo a abrazar a la llamada nueva política, para terminar reclamando (editoriales para la historia del chaqueterismo incluidos) que los dos de siempre se unan en uno. Sin embargo, de momento, la izquierda ha puesto su cinismo en común aunque solo sea para elevar un parapeto ante el avance de la extrema derecha. Que no es poco.

Visto el panorama, casi lo de la hipocresía va a ser lo de menos. Llevarnos las manos a la cabeza a estas alturas, rodeados como estamos por todos lados de postureo, acuerdos falseados, relaciones fingidas y alianzas contranatura, es la prueba palpable de la sobreactuación de aquellos nacidos para buscar pelos en las calaveras.

Si echamos un vistazo a nuestro alrededor más próximo, podemos encontrar un PSOE aragonés aparentemente calmado pero en combustión permanente. Metan en una habitación a Javier Lambán, Miguel Gracia, Susana Sumelzo, Antonio Cosculluela, Juan Antonio Sánchez Quero y Pilar Alegría, cierren la puerta y verán cómo la deflagración deja al trinitrotolueno a la altura de una infusión de manzanilla.

Hagan lo propio en el PP con Javier Campoy, Jorge Azcón, Eloy Suárez, Pedro Navarro, Octavio López y Luis María Beamonte y les pasará lo mismo, aunque hay que reconocer que la derecha tiene la habilidad de explotar hacia dentro. Parece que se rigen por un estatuto no escrito que reza: «En el amor y en la guerra, siempre sin hacer ruido».

Si seguimos buscando por los alrededores, podemos mirar a la Chunta actual, la de José Luis Soro, donde por ejemplo Ángela Labordeta ni encuentra encaje ni parece que ya lo vaya a hacer en el futuro; o a Ciudadanos en Aragón, donde si mañana Daniel Pérez Calvo se marchara a Madrid (es una suposición, claro), estallaría la misma algarabía que se organizó cuando lo vieron salir por la puerta de Onda Cero para vestir la camiseta naranja.

¿Hipocresía en política? La que quieran, cuando quieran y donde quieran. Lo extraño de verdad sería montar un gobierno sin ella.