Hace ya 40 años que Baudrillard se refería a «la mayoría silenciosa» como el único referente que funciona, «esa sustancia flotante cuya existencia ya no es social, sino estadística, y cuyo único modo de aparición es el del sondeo». Es curioso cómo las palabras del filósofo francés son igual de acertadas hoy día. Eso sí, hay quien hace su propia aportación y prefiere hablar de «la mayoría cautelosa». Es el caso de Iván Redondo, el gurú del PSOE que sopla el oído a Pedro Sánchez desde esa atalaya que es presidir un gobierno, aunque sea en funciones, y de el hecho de ir en cabeza en los sondeos. A ello habría que sumar tener muy a mano instrumentos como el CIS, claro, cuya dirección ostenta un socialista de pura cepa (José Félix Tezanos).

¿Mayoría cautelosa? Nada nuevo bajo el sol. Las elecciones se ganan desde el centro, como siempre, ese lugar no ideológico que te permite mirar a un lado y a otro y elegir compañeros de viaje y de baile en cada momento. Se trata de saber empujar desde allí al resto de fuerzas a abstenerse o consentir, y aprovechar la fragmentación para debilitarlas o para pescar en sus cados. A Macron, por ejemplo, esa versión de líder sin partido que le mantenga atado le está saliendo bien en Francia.

Pero con cautela o sin ella, falta saber cómo se reparte el coste del hartazgo ciudadano ante la nueva repetición electoral. Mientras llega el momento, los partidos siguen inmersos en la lucha por el llamado relato (¡uf!, hay palabras que se ponen de moda hasta aburrir) que señala a los culpables de que tengamos que revotar. De momento, que la crispación no da votos ya lo ha entendido hasta Pablo Casado, que ha dejado en el cajón el catecismo aznarista. A Albert Rivera morderse la lengua parece que le va a costar algo más, por mucho que en un nuevo volantazo haya roto con el visceral veto a los socialistas/sanchistas. Al líder de Cs se le ha puesto cara de perdedor en su transformación de yerno perfecto a cuñado insoportable. Además, por si hay que meter la pata hasta dentro, siempre tendrá cerca a Juan Carlos Girauta y a algún otro bocachancla de nuevo cuño que ha jurado amor eterno al naranja.

Vistos los vaineves del partido que en teoría venía a centrar la política española, no se descarta que el hit de las próximas Navidades sea el mismo que el del verano, ese «Con Rivera, no; con Rivera, no» que tanto éxito ha tenido entre las bases socialistas. Y entonces veremos si no estamos en el país de la marmota.