Que el cambio climático no es para tomarlo a broma y que también podría conllevar efectos biológicos en los seres vivos, lo demostraría la reciente noticia de que en la coruñesa ría de Muros, un bateeiro ha pescado en sus redes una sardina de cinco kilos de peso. Cuidemos por tanto nuestro planeta, porque además de la nuestra, es la casa de toda la Humanidad. Sin embargo, tampoco se trata de que la responsabilidad ante tan grave reto nos abrume, y nada mejor que afrontar las adversidades con humor, palabra que deriva del latín humoris (líquidos básicos del cuerpo humano que los antiguos pensaban que eran la sangre, la bilis amarilla, la bilis negra y la flema) y de la también latina humus -tierra-. De ahí que seamos “humanos”, y que a nuestro muerte seamos inhumados o incinerados, volviendo a la tierra de la que nacimos.

En la Antigüedad clásica se creía que una persona de buen humor era aquella que tenía sus humores corporales equilibrados, mientras que las malhumoradas los tendrían descompensados. De manera que tener sentido del humor -sí- es síntoma de salud. Quizás por ello, en la Antigua Roma a la risa se la invocaba mediante fiestas auspiciadas por el Estado. Una de ellas fue la “Hilaria” (alegría) que se celebraba cada 25 de marzo para festejar el equinoccio de primavera, y se caracterizaba por los juegos y bromas, que provocaban sonoras carcajadas entre los participantes. De ahí que la palabra hilaridad sea, en castellano, sinónimo de risa y algazara.

Lo más curioso es que esta manifestación no queda circunscrita a nuestro entorno grecorromano, sino que también tiene ramificaciones en la India. Se trata del “Holi” hinduista o “festival de colores”, para celebrar el final del invierno y la llegada de la primavera, y en la que los participantes se lanzan alegremente polvos de colores y agua tintada a la cara, para que los divertidos rostros emulen el colorido de las flores, como símbolo de alegría.

Y porque el fin de los rigores del invierno era un motivo de felicidad, hasta hace poco más de cuatro siglos el año no comenzaba el 1 de enero (fecha que se adoptó mayoritariamente en Europa tras la reforma del calendario, promovida por el papa Gregorio XIII, en 1584) sino en torno a las fechas del equinoccio de primavera, como todavía ocurre, por ejemplo, en Irán y entre la etnia Uigur de la región china de Xinjiang, cuyo inicio se festeja con la celebración del “Norouz”, la fiesta del nuevo día.

De este modo, el nacimiento, además de constituir un motivo de alegría, se asociaba también a los sentimientos de ternura e inocencia propios de la bisoñez de toda vida recién llegada. Motivo por el que las fiestas en que se celebraba la llegada del año nuevo estuvieran asociadas a la chanza y a las bromas, como si la comunidad entera volviera al estado inicial de la inocencia, propia de la niñez.

Y curiosamente, este rito (el de hacer bromas coincidiendo con las fechas de año nuevo) pervive aún en muchos países y en formidable estado de forma. Sin embargo, en Francia, Italia e Inglaterra el día de los inocentes es el 1 de abril, fecha en que antiguamente se inauguraba el calendario anual. Franceses e italianos celebran su día de inocentes bajo el nombre de “el pez de abril”, quizás porque Piscis es el último signo del zodiaco del invierno y bajo el que principia la primavera; mientras que para los ingleses es el “April Fools’ day” (día de los inocentes de abril), costumbre que también dejaron los ingleses en Menorca tras 71 años de dominio británico sobre la isla balear a lo largo del siglo XVIII y hasta 1808. Así los menorquines no hacen inocentadas el 28 de diciembre, sino el 1 de abril, en que tiene lugar el “dia d´enganar”.

En el resto de España lo celebramos hoy, día de los Santos Inocentes, a tan solo unas horas de estrenarse el año nuevo, en recuerdo de la matanza de todos los niños menores de dos años, que habría sido ordenada por Herodes, rey de Judea, con el fin de acabar con la vida de Jesús recién nacido. Así que atención, porque hoy, además de los tradicionales muñecos en recorte de papel colgados a traición en espaldas ajenas, es también día propicio para la proliferación de fake news (noticias falsas). ¡Sardina de cinco kilos de peso, pero quién se va a creer eso!