Créanme, no envidio a los ricos, ni a los poderosos, ni a los triunfadores. Ni mucho menos siento admiración hacia ellos. Sin embargo, admiro profundamente a la gente sencilla, trabajadora y honrada; a la gente de gran corazón que piensa en el prójimo antes que en sí misma; a la gente discreta que lucha y actúa en silencio. No ocupan las portadas de los periódicos ni de las revistas. Si acaso un pequeño titular como preludio a unas cuantas líneas que no se sabe si ennoblecen al protagonista o si se burlan de él. A estos hombres y mujeres silenciosos y amables, a estos hombres y mujeres olvidados permanentemente por los políticos de turno a pesar de configurar el corazón y el alma de la sociedad, mi venerado director de cine, Frank Capra, los llamó “Los Juan Nadie de este mundo” y, afortunadamente, hay unos cuantos en Zaragoza.

Juan Nadie es el conductor de autobús afable y cordial que te abre la puerta cuando llegas a la parada en el último suspiro.

Juan Nadie es el camarero que regala un bocadillo y un café con leche al mendigo hambriento.

Juan Nadie es el hombre de campo, trabajador infatigable, con el alma siempre en vilo, no vaya a ser que la infortunada granizada arruine su cosecha.

Juan Nadie es el que recoge del suelo un envoltorio que no ha tirado y lo echa a la papelera.

Juan Nadie es el voluntario anónimo que anima en una residencia de ancianos; el que enseña a leer y a escribir en español a un grupo de inmigrantes; el que da de comer al discapacitado intelectual sordo y ciego, y lo hace con el corazón encogido y la mano temblorosa.

Juan Nadie es el opositor que fracasa, el deportista que no llega a la meta, el comercial que no vende.

Juan Nadie es el seguidor del Real Zaragoza que sufre en La Romareda domingo a domingo, no porque su equipo pierda, sino porque los directivos no llevan el club con honradez y, en el once titular de cada jornada, no hay ninguno de Aragón.

Juan Nadie es el estudiante agotado, la madre abnegada, la viejita desvalida y el hombre sin techo, que se arrodillan y rezan ante la Virgen del Pilar.

Juan Nadie es la mujer o el hombre que cambia los pañales a su madre enferma y lo hace con amor y respeto.

Juan Nadie tiene cáncer o ELA y no deja de luchar, y las pasa canutas para poder pagar esos tratamientos que debería costearle el Estado.

Juan Nadie es el conductor de autobús que hace unas semanas salvó de la muerte a una joven, aun a riesgo de perder su vida.

Sí, Juan Nadie está en Zaragoza.