Gracioso y leve con la cortina azul de mi ventana». Con los versos de José Martí comenzamos mes en estos arrabales del imperio musicales.

Han pasado 22 años desde que el grupo londinense e industrial Test Dept grabó el que hasta ahora era su último disco. Pero Graham Cunnington y Paul Jamrozy están de vuelta con Disturbance (One Little Indian / Everlasting) para certificar que el mundo, durante todo ese tiempo de ausencia, no ha hecho más que empeorar. «El arte no es un espejo para reflejar la realidad sino un martillo para darle forma». Con este aserto de Bertolt Brecht como bandera, Test Dept nos dice, por ejemplo, que «la austeridad es una mentira y la pobreza, un crimen. Tiempos duros. Hay un déficit de verdad». Poesía de protesta para músicas que actualizan el sonido que la formación creó en los años 80: percusiones metálicas y sampleos dramáticos. Hay también trallazos de tecno duro, una balada distópica, una pieza que podría ser la banda sonora de Blade Runner... Un inicio orquestal y un final de ira y esperanza con una melodía que se encabrona según avanza. Test Dept, el ruido y la furia.

The Cinematic Orchestra también llevaba tiempo alejada de los discos oficiales: 12 años. Un retiro (más o menos, pues ha grabado bandas sonoras para documentales) propicio para la reflexión, para la escritura sobre situaciones, acontecimientos, temores, éxitos, influencias artísticas. To Believe (Ninja Tune / Pias) es explícito ya desde el título. Es también una artefacto sonoro que va más allá del llamado nuevo jazz, recreándose en las orquestaciones y aportando pinceladas de electrónica cool. Canciones arrobadoras con arreglos brillantes y colaboraciones singulares como la de Roots Manuva (A Cage Bird /Imitations of Life), que rapea «la situación es extraña para nosotros / las cosas más extrañas nos reclaman», y la cantante neo-soul Tawiah.

Londinense de origen nigeriano, Little Simz experimenta con narrativas derivadas del rap. Sin pelos en la lengua («Ellos nunca querrán admitir que soy la mejor aquí, por el mero hecho de que tengo ovarios») Simz ofrece en Grey Area (AGE101 / Everlasting) un disco espléndido con acentos soul y funk, guitarras vibrantes y oleadas orquestales. Un álbum duro y vulnerable a un tiempo.

Káryyn, electrónica del exilio.

La siria-americana Káryyn es descendiente de armenios supervivientes del genocidio. The Quanta Series (Mute / Pias) es su álbum de debut. Se trata de un trabajo perturbador, de pérdida, con la electrónica como bálsamo, y ecos de folclore como memoria. Es fantástico cómo juega con el lenguaje y como usa la fonética como elemento musical.

El trombonista francés Fidel Fourmeyron ha reunido en ¿Qué vola? a músicos de su país y cubanos para armar un espléndido combo de jazz y africanía. Su disco homónimo (No Format!) es una singular conjunción de elementos post-bop y percusiones ritualistas caribeñas. No hablamos de jazz latino, no, sino de búsquedas y hallazgos que en ocasiones se acercan al jazz-rock.

Amamos a Rocío Márquez, su fraseo largo, su giro cadencioso y su sabiduría marchenera. Visto en el jueves (Universal), título que hace referencia a un mercadillo sevillano) es una reinterpretación del relato flamenco, cantado con libertad y grabado con la guitarra de Canito. Pero tengo dudas sobre la producción, no me convence el tratamiento dado a la canción de Bambino y chirría Andaluces de Jaén, con Kiko Veneno.

Camarón, gigante, en Montreaux.

Un año antes de su muerte, Camarón, con Tomatito a la guitarra, actuó en Montreaux. Un disco y un DVD (Montreaux 1991, Universal) recogen aquel concierto singular. Brutal, Camarón; tremendo, Tomatito. Arrebatador todo. Vean con detenimiento el DVD; comprenderán mucho mejor quién fue ese genio flamenco.

Asuntos distintos (de lo colectivo a lo personal) pero con mirada oblicua, ocupan las canciones del grupo Kokoshca, quien siguiendo esa estela bebe igualmente de diferentes fuentes sonoras. El mal (Sonido Muchacho), su nuevo disco, continúa marcando diferencias. Mañana, sábado, actúa en La lata de Bombillas.

Zenet, audaz y solvente, se ha metido en harina de cubanía, sobre todo de viejos boleros, en La guapería (El Volcán Música). Lo ha hecho con cubanos de altura, con honestidad y elegancia. Y atrevimiento, pues se arriesga con Bola de Nieve, solo con piano.