“No figura en ningún mapa: los lugares verdaderos nunca figuran en ellos”.

Herman Melville. Moby Dick. (XII. Biografía)

Nuestra vida se compone de Lugares y lugares. Así; unos en mayúscula y otros en minúscula. Los Lugares con mayúscula son aquellos que quedan grabados en nuestra piel, en nuestra alma y en nuestro corazón. Son Lugares en el espacio y de algún modo también en el tiempo, ya que los Lugares son de algún modo momentos en el tiempo. (bueno, esto me lo acabo de inventar, pero así lo siento, y así lo vivo…)

Los lugares con minúscula son los lugares que si, que recordamos, pero por tedio, por rutina, por ir a ellos una y otra vez… pero que pasan por nuestra vida sin pena ni gloria, y que si pudiéramos elegir qué recuerdos borramos y cuáles no, serían los primeros en caer eliminados a la papelera de nuestra memoria.

Existe en realidad un tercer tipo de lugares, que son los llamados “no lugares”. A principios de los años 90 un antropólogo francés, Marc Augé, introdujo un concepto sin el cual la existencia queda coja. Augé comenzó refiriéndose con los “no lugares” a aquellos lugares de anonimato, de paso, por dónde uno pasa, no se queda, dónde nadie le ve, y dónde nadie se fija en nada ni en nadie. Puede ser un aeropuerto, una estación de metro céntrica en una gran ciudad un día en hora punta, o una anodina y fría sala de espera en un gran hospital. Son lugares dónde las cosas que pasan, pasan. Nada se queda en ellas. Nada se queda allí. Tu incluido. Con el tiempo he terminado de entender también como “no lugar” aquellos lugares que funcionan igual en cualquier parte del mundo. Que anulan la idiosincrasia, el detalle o la memoria. Volviendo a los ejemplos anteriores, verán que una vez que uno ha aprendido a ir en metro y conocer sus normas y cómo funciona, viajar en cualquier metro en cualquier ciudad del mundo no es complicado (bueno, quizás la cosa se complica si los nombres de las paradas están en cirílico o en japonés….pero no hablamos de eso…). Pasa lo mismo en los aeropuertos. La dinámica es la misma en (casi) todos. Y cuando aprendes a manejarte en uno… puedes “deducir” cómo se hacen las cosas en otros. Pasa lo mismo con las grandes cadenas alimentarias, lo cual es muy “divertido”, porque si hasta ahora los ejemplos han sido mas bien impersonales, algunas de ellas quieren ser especialmente “acogedoras”, pero son tan igualmente acogedoras que dejan de ser cálidas y se contagian de la frialdad de un no lugar. ¿Un ejemplo? Un Starbucks. Puedes sentirte tremendamente recogido por sus sofás, su iluminación… el café caliente en tus manos. Hasta tu nombre en la taza con un emoticono sonriendo. Y paradójicamente, estás en un producto. En un no lugar que se repite en muchos puntos del planeta. Da igual que estés en Singapur, en Tokio o en Boston. Da igual que sea Beijing, Nueva York o Zaragoza. Siempre será lo mismo. Siempre será igual.

Y así transcurre nuestra vida. Entre lugares y no lugares principalmente, y en algún Lugar de vez en cuando. Puede que incluso demos mucha importancia a las personas que nos acompañan en estos lugares y poco a los espacios, a los momentos…

Hay lugares que elegimos y otros que no. Quedaría bonito escribir aquí que “los lugares nos eligen”, pero es algo de lo que todavía no estoy segura. De lo que si estoy segura es que los lugares en los que pasamos el tiempo nos construyen y nos definen, y que por eso, es tan importante prestarles atención, ponerles mimo y cariño y convertir así los lugares en Lugares y prestar tanta importancia a los espacios cómo a los momentos.

La vida misma es el Lugar dónde estás. Es el Lugar dónde has nacido, has crecido, te has reproducido (o no…) y dónde morirás. Por eso, tenemos la responsabilidad de convertir nuestra vida misma en un Lugar, pero ya no sólo en uno mayúsculo… si no en uno de esos que cómo dice Melville no figuran en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca figuran en ellos.

Hagamos de nuestra vida un Lugar al que siempre queramos volver. Empiezo a creer que de eso iba el cuento…