Martes, 24 de julio del 2001. Diez y media de la mañana. Es hora de morir. Parece imposible, pero todo ha terminado de repente. Sin aviso previo. A lo bestia. Ya vale de café. El último cigarrillo se consume lentamente en el cenicero, marcando los tiempos de una macabra cuenta atrás, y en el equipo de música Elvis impone su estilo con It´s impossible a todo trapo. ¡Qué pedazo de canción! ¡Qué locura de voz! Pero es hora de morir.

Pie y medio dentro de la ducha, pero sin opción a poder abrir el grifo. No hay fuerzas. Algo pasa. El dolor nace en el estómago, o eso parece, pero se concentra de forma brutal en el centro del pecho, como si alguien hubiera golpeado con una maza. Corta la respiración y obliga a encogerse en posición fetal, con las manos entrelazadas sobre el vientre. Es la única postura en la que aún se puede arañar algo de aire. Hasta la espalda duele como si la columna y los riñones fuesen a estallar. El cuello, rígido. ¡Qué cosa más extraña! ¡Qué mala pinta!

Un pequeño (gran) esfuerzo, el teléfono, tres cifras (112) y una ambulancia que llega volando. Mal deben ir las cosas porque hay tres sanitarios agolpados encima del sofá moviendo tubos y cables con gestos desesperados. ¡Qué silencio más raro! Nadie dice nada. Ni Elvis. Esto se acaba; basta con observar la cara de los tres y las miradas que se intercambian. Pese a las primeras dosis de medicación, el dolor sigue ahí. Y va a más. Hay que salir pitando.

No es cierto que se vea pasar la vida como una sucesión de diapositivas; tampoco lo del túnel y la luz allá al fondo. Esoterismo de todo a cien. Lo que sí produce la sensación de muerte inminente es miedo, mejor dicho, pánico --tanto que lo normal aquí es ofrecer todo tipo de tratos o promesas celestiales--, y también mucha tristeza. El sentimiento de culpa es tremendo. ¡Cuántos errores! ¡Cuánta gente sufriendo alrededor! ¡Si se pudiera volver a empezar! Morir así es morir dos veces.

Pero aún no. Queda una opción. La última. La doctora Emilia Civeira no se rinde --"debería estar prohibido morir a los 31"-- y habla con Antonio Peleato de un stent o algo así. Sea lo que sea, no queda otra. A por ello... ¡Uf! Justo a tiempo. Gracias.

Miércoles, 24 de julio del 2019. 18 años después. Es hora de coger la bici. Es hora de vivir.