Iba concentrado, pero distraído de nuca para atrás, de manera que al ver aquel lucerío pensé en haber sido elegido por seres de otros mundos. Pero es bien verdad que, si los hay, están en éste. No vean cuánto impresionan esas luces de colores advertidas a través del espejo retrovisor. Sobre todo cuando constatas que no tienen nada de sobrenatural y responden a los pirulos destellantes de una patrulla. Apenas te das cuenta de qué va el encuentro, te entra una mala conciencia por la zona del espinazo, justo donde arranca el tembleque.

- ¿Adónde iba tan deprisa? -me dijo un guardia, y ya me cayó bien que se interesara por mis problemas.

- Creo que huyendo de mí mismo -contesté.

- ¿Ha bebido? -inquirió el agente, que perdía puntos por momentos.

- Hombre -respondí-, llevo lo mío trasegado. Tenga en cuenta que en la vida se pasa por situaciones difíciles... Recuerdo que en la mili...

- ¡Se limite a decir si ha bebido hoy! -cortó, enérgico.

- Pues, no. Hoy no he bebido -puntualicé-, pero he de reconocer que lo veo doble.

- No se pase con nosotros ni se haga el gracioso, que vamos en pareja -refunfuñó con todo el crédito ya por los suelos y acercándome un soplador de ésos.

- Pues si no se fía, ¿para qué me pregunta? -le reproché.

- Todos dicen que no, pero debemos comprobarlo. Sople, por favor.

Soplé.

- Sale negativo -admitió con cierto aire de pena que me provocó un detalle solidario:

- No se preocupe, seguro que encontramos algo para salir del paso y poner la multa.

- ¿Y quién le ha dicho que le vamos a poner una multa? -espetó mientras imaginaba que mi detalle le había tocado su fibra sensible.

- Digo yo que una vez que me han parado...

- Pero es que -aclaró dilapidando su presunto altruismo- a lo peor son dos. O hasta tres las multas que se lleva.

- Es verdad, no había caído -mentí.

- Documentación -pidió-, la suya y la del vehículo.

Ahí es nada, buscar la documentación del coche. Primero apareció un folleto de ofertas del híper; luego, unas chuches hermanadas y pringosas por haber compartido varios veranos en la guantera; el Cuaderno amarillo de Salvador Pániker, atragantado en la página 20; unos tornillos, una caja de... bueno ya saben, vacía y sin tener constancia de cuándo ni dónde tuvo lugar el despilfarro de su contenido; había también varios recortes ajados de diarios, un cedé de Música de los Sesenta... y una cartera que di por perdida hacia el 2010. Al fondo, un plástico medio encogido hizo renacer las esperanzas: allí estaba la documentación.

El poli se desahogó: Hay que hacer limpieza de vez en cuando.

Joé, pensé, ¿a que va a ser pariente?, habla igual que mi mujer.

- Jamás hubiera creído -confesó el de uniforme- que después de esta exhibición de desorden tuviera todo en regla. ¡Si hasta la ITV la tiene pasada y vigente!

- Sí, eso sí, yo la ITV la paso cada mes, como está mandado.

- No me diga más, que va a ser peor. Está claro que alguien se ocupa de tener los papeles a punto, y no es usted precisamente.

Y dale, volvía a recordarme el dulce hogar.

- Bueno -resolvió-, no tengo más remedio que multarle por exceso de velocidad en zona de 50 kmh.

- No se corte, se veía venir, pero entenderá que a las tres de la madrugada en una ciudad sin tráfico ...

- El código no habla de horarios para infringirlo -recalcó.

- Eso, usted inflige y yo infrinjo.

- ¿Qué quiere decir?

- Nada, nada, deformación profesional, cosa de verbos. ¿Y cuánto me va a costar?

- Le puede salir por unos 100 euros, y se salva por los pelos de perder dos puntos.

- Rebaja, no hay -aventuré.

- ¿Tenemos cara de oferta?- preguntó mirando a su compañero.

No tenían, no. Ni de oferta de dos por uno ni tampoco de cubertería de regalo, pero me callé prudentemente.

He comenzado a respetar todas las señales de velocidad, pese a que muchos me empujarían con gusto y me sueltan lindezas. Necesitan conocer a mis dos amigos.