Siempre digo que la vida es una partida gigante del Juego de la Oca. A veces pienso que los años son las casillas y los días los dados; otros en cambio pienso que no, que la vida en general es el tablero y que los dados son, sin más, los azares de la existencia.

Trabajo como psicoterapeuta y en mi consulta es una pieza crucial. Me sirve para reflejar lo que dicen muchos de mis pacientes “es que no muevo ficha”, o “quiero salir de esta casilla”… Todos lo tenemos tan “dentro” que ni nos hemos dado cuenta de que muchas de las expresiones que usamos son relativas a este fantástico juego.

En la vida, a veces fluimos (de oca en oca, y tiro porque me toca….) con todo lo que viene y nos sucede. Otras veces, en cambio, nos sentimos en un pozo. “He tocado fondo”, decimos. Otras veces, perdemos el turno, ya que parece que lo que iba a ser para nosotros se nos escapa como agua entre las manos… y otras, se nos lleva la corriente, y nos sentimos sin control, sin recursos, incluso sin fuerzas.

A veces, cuando estamos a punto de conseguir algo importante, la “muerte” se nos cruza y tenemos que comenzar de nuevo. En este contexto la muerte es el símbolo que te impide seguir donde estabas y te obliga a volver a comenzar… y vuelta a la casilla de salida…así, una y otra vez, para comenzar de nuevo la partida sin tener demasiada maniobra en nuestra mano, puesto que los dados - azar mediante- serán quienes manden.

Para mi, el Juego de la Oca es sin ninguna duda un verdadero mapa de la existencia. De la de todos. Cada uno estamos en una partida diferente, y aunque estemos compartiendo partida, estamos en casillas y con ritmos distintos.

Todo está ahí. Cuantas veces hemos jugado sin ser conscientes de que se nos estaba desplegando un mapa delante. La oca, el laberinto, la posada, los ríos, la cárcel, la muerte, y el final. Y los dados, siempre los dados.

Es todo tan sencillo que parece complicado. Pero no lo es.

Creemos que elegimos y la vida parece tener otros planes para nosotros. Creemos que tenemos cierto control sobre las cosas que nos pasan y a veces todo se resuelve de una forma accidental, fortuita, como los números que salen en los dados.

Espero que no suene demasiado pesimista ni demasiado infantil. Pesimista por reducir los avatares de la existencia a una partida de dados, pero quizás si sea interesante recordar que en la vida no tenemos tanta capacidad de provocar lo que nos sucede como la que tenemos para reaccionar ante lo que nos pasa. Es decir, de nosotros no depende la cifra que saquen los dados. En cambio, de nosotros si depende reaccionar a lo que acaba de pasar. Y digo infantil por resumir (que no reducir…) la magia de la vida a un juego de niños, a la cara “b” del Parchís, por que, ¿Quién no ha tenido ese tablero?

Lo cierto es que nadie nos dijo que la Oca era un juego de niños. ¿No? Tampoco que era un mapa.

Ahora que ya lo sabéis, recuerda: de oca en oca, y tiro porque me toca.

¿A quién le toca tirar?