- Y… Harry Dubobsky

- Aquí estoy Su Majestad.

Los tres ángeles aspirantes a pajes de los Reyes Magos se hallaban en presencia del Rey Gaspar. Iban a bajar a la tierra a atender las peticiones de los niños. Llegaba la hora de la verdad. Gaspar les explicó:

- Recordad que hoy y el día de la cabalgata, a modo de prueba, os dejamos hacer de pajes. Escuchad con atención todo lo que nos piden los niños. Tanto los regalos, como otro tipo de peticiones, tenéis de plazo para conseguirlos desde esta noche hasta las doce de la noche del día cinco de enero. Si alguno de vosotros falla, aunque sea en una sola petición, no podrá ser nuestro paje para siempre. ¡Buena suerte!

Los ojos de Harry brillaron de entusiasmo. Llegar a ser paje oficial de los Reyes Magos siempre había sido su gran ilusión. Sin embargo, la prueba final era la más difícil: tenían que acertar en todo lo que los niños pidiesen. Acertar en los juguetes era sencillo. Y ¿cuándo deseaban ilusiones? Interpretar las ilusiones de los niños es más difícil que… yo que sé.

Ya en tierra Harry se colocó junto a Gaspar y comenzó a escuchar las peticiones de niños y niñas. Juguetes, juguetes y juguetes. Todo marchaba a las mil maravillas. Sólo quedaba una preciosa niña de unos diez años. Se inclinó al oído del Rey Mago y le dijo:

- Me llamo Belén y quiero volver a tener los ojos color juguete.

- “Ojos color juguete”- repitió mentalmente Harry. Y lamentando su mala suerte, batió sus alas y empezó la búsqueda.

Pasaban los días y el bueno de Harry seguía sin hallar los ojos color juguete. Los otros dos aspirantes ya habían conseguido el puesto de paje. “Claro, es fácil. Sólo les pidieron juguetes” -pensaba Harry-. Una tarde descubrió a un grupo de niños y niñas que rodeaban el escaparate de una tienda de animales. Dentro de sus jaulas los cachorros de miradas tristes buscaban su libertad en los ojos iluminados de los muchachos. Y Harry creyó por fin haberlos encontrado.

- ¡Gaspar, Gaspar!- gritó emocionado. -Están allí abajo. Míralos.

- No, lo siento. Ésos no son los ojos color juguete- replicó el Rey.

En la víspera del día de Reyes, Harry acompañaba a Gaspar en la cabalgata. Si antes de las doce de aquella noche no había encontrado los ojos color juguete no se convertiría en paje oficial de los Reyes Magos. Miró al gentío y vio luces brillar, pero no eran luces sino los ojos de niños y niñas que brillaban con la misma intensidad con la que apretaban con sus manitas el brazo de sus madres. A Harry el corazón le dio un vuelco.

- ¡Gaspar, allí, allí! Los ojos de los niños…

- No, lo siento- interrumpió Gaspar. -No son los ojos color juguete.

* * *

Harry entró por la chimenea en casa de Belén. Apenas faltaba una hora para las doce. Subió por las escaleras que llevaban a su cuarto y entró. Quizá en los ojos de la niña encontraría lo que buscaba. ¡Pero!, ¡cómo no lo había pensado antes! Belén estaba dormida y tenía los ojos cerrados. Desanimado avanzó hacia la puerta, tropezó con una mesita y algo cayó al suelo. Al recogerlo vio que se trataba del diario de la niña. Y como la luna iluminaba la habitación en ese preciso momento, pudo leer la pagina en la que el librito había quedado abierto.

“La mañana de Reyes es la más emocionante del año. Papá y mamá me levantan muy temprano y agarrados de la mano caminamos hasta la puerta del salón. Frente a ella aprieto la mano de mamá con todas mis fuerzas, mi corazón va muy deprisa y veo colores bailar tras el cristal. Creo que tengo los ojos color juguete.”

* * *

A la mañana siguiente Belén y su padre se cogen la mano frente a la puerta del salón. Ninguno de los dos tiene ojos color juguete.

Abren la puerta. Junto a los regalos, una mujer joven les sonríe con lágrimas en los ojos. Belén y su padre la cubren de besos y abrazos. Harry Dubobsky ha hecho realidad su sueño. Belén vuelve a tener ojos color juguete.