Se nos vendió el placebo de que las crisis podían traducirse en oportunidades. Sarkozy incluso propuso que se aprovechara para refundar el capitalismo, subscribiendo así una de las grandes falacias de la historia. A la lista habría que sumar, ya en el plano doméstico, aquella otra promesa de que el rescate a la banca no iba a costar un euro a los contribuyentes españoles (por cierto, los seis grandes bancos de España ganaron en el 2018 un 9,3%, el mejor resultado global desde el 2009).

Otra palabra que en su momento lo inundó todo fue regeneración. Fue antes de saber, claro, que la corrupción nos costaba a todos 90.000 millones de euros anuales. Esta misma semana, y gracias a los votos de populares y socialistas, se ha dado carpetazo a la comisión de investigación del Congreso sobre la financiación ilegal del PP, asunto capital que terminó llevando a Pedro Sánchez a la Moncloa. Así pues, ahora ya no comparecerá Mariano Rajoy como tampoco antes lo han hecho el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz y el exjefe de la Policía Ignacio Cosidó. La única explicación (si se puede llamar así) de este cambalache ha sido la de quien presidía dicha comisión, el canario Pedro Quevedo, que ha dicho que era la mejor solución «ante la incertidumbre» que abre la convocatoria del 28-A. Y todos tan contentos.

Desde el 15-M, también la transversalidad se hizo un hueco entre los conceptos más citados como solución política. Se trataba de constatar que significativos problemas colectivos trascendían la distinción derecha/izquierda, lo que desembocó en el surgimiento de Podemos y su antídoto Ciudadanos. Pero hoy, ante una cascada de citas electorales, todo vuelve a ser como antes, o mucho más polarizado, con la incógnita del PSOE, o mejor dicho de Pedro Sánchez, que ya no ha podido aguantar sin tener su propia hagiografía.

De Podemos ha dicho su propio diputado Manolo Monereo que su estilo de trabajo no está a la altura de sus retos; y Ciudadanos todavía está por explicar por qué se ha escorado tanto a la derecha. Unos y otros siguen sin ver que entre la apelación a banderas y emociones y programas electorales incumplibles hay un gran espacio para contenidos realizables. No aciertan a comprender que tiene que haber respuestas para esa sociedad civil que sí ha aprovechado la crisis para crecer más que ningún otro país en ¡solidaridad!, o lo que es lo mismo, nuestro único récord positivo en estos años, nuestra única oportunidad para progresar. H *Periodista