Comienza la exposición por un anarquista del lápiz, Ramón Acín, que presenta tres dibujos muy originales: Después de la guerra, Durante el invierno y El primer submarino, se lee en una crónica a la Exposición de Humoristas, celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en marzo de 1920. El primer dibujo mencionado corresponde al boceto nº 9, Mutilado de guerra, del cuaderno ¡Guerra a la Guerra! en el que Ramón Acín (Huesca, 30 de agosto de 1888 -tapias del cementerio de Huesca, ante un pelotón de fusilamiento, 6 de agosto de 1936) trabajó desde el 1 de enero de 1920 hasta el 31 de diciembre de 1922. El cuadernillo consta de 22 dibujos y el propósito de su autor era publicarlo, como se informa en la última página del libro Las corridas de toros en 1970, manifiesto antitaurino de 1921 que en 1923 Vicente Campos editó en Huesca, al que atendimos en el último Visor. Por circunstancias que se desconocen, el proyecto editorial ¡Guerra a la Guerra! no salió adelante a pesar de estar muy avanzado. De hecho, Acín presentó una selección de dibujos de la serie en la I Exposición de la Asociación de Artistas Aragoneses, que tuvo lugar en el Centro Mercantil de Zaragoza, en diciembre de 1921. Los fondos de la Fundación Acín en el Museo de Huesca conservan el cuaderno con los 22 bocetos, algunos dibujos preparatorios, dibujos definitivos y varias viñetas impresas que se publicaron en El Comunista y en La Democracia de Zaragoza o en El Sol de Madrid, periódico donde Acín coincidió con Bagaría, que tanto influyó en la resolución plástica de sus dibujos y con quien tanto compartió. Ambos, Acín y Bagaría, detestaban las guerras.

El corazón del pueblo

«No basta saber dibujar. Es necesario tener el corazón a la intemperie. Así el corazón del dibujante pasa a ser el corazón del pueblo. Y sus latidos responden al aire que respira. De este modo, el dibujante llora cuando llora el pueblo y ríe cuando el pueblo está gozoso. Cuando le enrarecen el ambiente, ese pobre corazón a la intemperie se asfixia y deja de latir», escribió Bagaría. Opinión que seguro compartiría Acín. En los dibujos de Bagaría, afirmó el periodista Antonio V. de la Villa, se encuentran las fuentes de la otra historia, la que no está dictada por el poder. Lo mismo ocurre con los dibujos de Acín que enfrentó la guerra con dos series, la ya mencionada ¡Guerra a la Guerra! (1920-1922) y La ciencia Boche es invencible (1919-1921) compuesta por 35 viñetas sobre el nacimiento, formación, desarrollo y arraigo de la cultura Boche -asimilada con todo lo alemán-, tan estrafalaria y perseverante como peligrosa para Europa. Como es habitual en Ramón Acín, los dibujos se acompañan de textos que subrayan y activan la denuncia en ¡Guerra a la Guerra! -«Consolación a los afligidos», «Son niños capitán», «Soldados y ovejas», «Mujer arrodillada», «Monjas y soldados muertos», «Soldado con bebé colgado en bayoneta»...-; y la sátira en La ciencia Boche es invencible -«Nacimiento de una camada de bebés», «Estiramientos y alimentación oral y anal», «Inyectando al niño sangre de tiburón vía anal», «Extracción de órganos», «Adoctrinamiento», «Soldaditos de plomo», «Soldado sobre caballo de madera», «Submarinos en una bañera», «Utilidades del casco» (orinal, escupidera o florero), «Cementerio de guerra»...-.

En 1924 Ernst Friedrich, militante en el movimiento obrero y antimilitarista, publicó en Berlín el fotolibro ¡Guerra a la Guerra!, que la editorial Sans Soleil ha publicado por vez primera la versión íntegra en castellano, cuando se cumplen cien años de la firma del armisticio de Compiègne, el 11 de noviembre de 1918, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. «Todas las palabras, de todas las personas, de todos los países de la tierra», dijo Friedrich, no eran suficientes para dibujar una imagen aproximada de la carnicería humana que había supuesto la Primera Guerra Mundial, por lo que la fotografía era entonces el instrumento más adecuado para dar a ver el horror en toda su crudeza. Las imágenes que Friedrich incluyó en el libro formaban parte de su colección personal de documentos iconográficos y fotográficos, de diversos objetos militares, con el propósito de activar una operación pedagógica, tal como afirma Ander Gondra Aguirre en el prólogo de esta edición, que incluye el interesante estudio de Erica Grossi La anti-retórica de las imágenes contra el olvido de la catástrofe moderna.

Pedagogía

La pedagogía, que tanto interesó a Ramón Acín y que tan presente está en todos sus proyectos, organiza la narración del fotolibro de Friedrich que dedicó en inglés, francés y alemán, «a aquéllos que planean batallas, a aquéllos que lideran batallas, a los entusiastas de la guerra de todos los países». Sigue un apartado en el que pueden registrar sus nombres los dirigentes y gobernantes de aquellos países que temen a la verdad y prohíben el libro. A continuación, el manifiesto ¡A los seres humanos de todos los países!, donde apela a la responsabilidad de impedir la guerra. Y empieza la narración de imágenes: soldados, cañones, bombas, campos de batalla o insignias de juguete, que educan a los niños para la guerra; complicidad de la iglesia con el militarismo. Después del juego, el infierno. Friedrich enfrenta fotografías del entusiasmo de quienes marchan a la guerra en 1914 con montones de muertos, ruinas, cuerpos mutilados, hasta que las tumbas, ahorcados, fusilados, pueblos destruidos, barcos de pasajeros torpedeados, ciudades devastadas, ocupan todas las páginas e introducen el horror: proletarios mutilados y el rostro de la guerra, primeros planos de los rostros arrancados por las minas. Siguen fotografías de cementerios y de tumbas.

«A los profesionales de la guerra les quedan las lápidas, honores y pensiones, y a los hijos del pueblo solo les queda el honor sin pensión de ser soldado desconocido», declaró Bagaría. «Tras la guerra: el rey Jorge de Inglaterra navegando... y ¿el proletariado?», anotó Friedrich en dos de sus fotografías. «Madre, himos güelto los qu’himos güelto, y sin saber entoavía a qué fuemos. A por lágrima y chemecos para nusotras, hijo», escribió Acín en la viñeta De la guerra vuelvo. Que la guerra era consecuencia del capitalismo no tuvieron duda Acín, Bagaría y Friedrich. Acín y Friedrich coincidieron en el título ¡Guerra a la Guerra!; Acín en 1920 y Friedrich en 1924.