Como La Divina Comedia, de Dante, estos discos se pueden leer (escuchar, o sea) de manera literal, moral, alegórica y analógica. Yo escribo y ustedes deciden.

Desde 2005, cuando grabaron el minelepé The Reins, no trabajan juntos Calexico e Iron & Wine (Sam Bean, vaya). Han vuelto a confluir ahora, en el excelente Year To Bur (City Slang / Music As Usual), álbum escrito casi en su totalidad por Bean, pero equilibrado en su interpretación. Así, el folk singular de Iron & Wine enlaza sutilmente con las ofertas fronterizas de Calexico. El resultado es fascinante: en armonías vocales, en abstracciones sonoras y en piezas espléndidamente construidas. Bean cierra la trinidad titulada The Bitter Suite con Tennessee Train, pero el conjunto es brillantemente compartido. In your Own Time, una preciosidad de canción, despide la conexión.

Con el puesto de trabajo como argumento, The Divine Comedy se ha marcado un disco peculiar, no exento de sentido del humor: Office Politics (Pías). Armado, premeditadamente o no, como la banda sonora de una comedia musical, este artefacto sonoro es un compendio de propuestas pop de cariz muy diferente, que van del swing al clasicismo, pasando por el glam, la robótica, los pespuntes latinos y mucho más. Office Politics se escucha divinamente. Que es de lo que se trata.

Visto como en la gira del año pasado Rubén Blades desarrolló su faceta de crooner con excelentes resultados, muchos esperábamos que, descansando de la salsa, su nuevo disco fuese por esos derroteros. Pero no: Paraiso Road Gang (Pruducciones Rubén Blades) es algo muy diferente. Blades aclara que este es el álbum que quería grabar hace muchos años. Bueno, pues veamos: se abre con un conglomerado de rock latino en la onda de grupos como Malo, continúa por la línea del jazz, recrea después una vieja pieza de Broadway a golpe de reggae y teclados soul, se adentra más tarde en el folclore escocés, en el rapeo a lo cubano, en la balada pop-soul, en una composición melódica tipo Luis Fonsi (con Horacio Valdés), en una versión de una canción de Bernal Villegas, de Costa Roca, con acento Peter Gabriel, y se despide a golpe de funk con La china medina. Por variedad que no quede.

El senegalés Youssou N’Dour se pone histórico y con ganas de revisar su trayectoria en History (Naïve). Así las cosas, remodela, con ayuda de jóvenes intérpretes, piezas grabadas en discos anteriores, a las que imprime nuevos bríos; aporta canciones nuevas (Confession, Macoumba, Tell Me); rinde tributo al percusionista nigeriano Babatunde Olatunji y a Habib Fayé, su director musical, fallecido en 2018. Atención al saxofonista de Camerún Alain Rodrigue Oyono, que parece viene de la escuela Manu Dibango.

Lo del trío surcoreano Jambinai (ampliado a quinteto con bajo y batería) es la caña. Toca instrumentos tradicionales, pero el resultado es una especie de enloquecido y arrebatador post-rock. Onda (Bella Union / Pias) es su tercer álbum, y conjuga con maestría tanto el tempo como el juego fidelidad / distorsión.

Octavo álbum del reinventado pianista de jazz Jamie Cullum, acostumbrado a versionar con éxito escrituras ajenas. Taller (Island) se titula, y la cosa va de que le gustaría ser más alto. Trabaja con materiales propios, impregnados de negritud (el falsete y la estructura de Usher son puro Prince). Un repertorio estupendo.

Siempre indagando, el violinista Ara Malikian muestra en el doble CD Royal Garaje, primorosamente editado por Concertmusic, su bagaje sonoro. Piezas clásicas, aproximaciones al folclore, y reformulaciones de obras ajenas, con sus intérpretes originales: Battiato, Kase. O, Estrella Morente, Bunbury, Pablo Milanés, Serj Tankian. Resulta, sí.

Primer álbum de L’Exotighost, con canciones escritas por Javier Díez Ena, un sugerente mosaico de neoexótica: La ola oculta (Everlasting). El theremín manda, pero también los sonidos de marimba, lapsteels hawaianos, ukeleles... Todo para sugerir efluvios de los mares del sur. Cinco piezas mantienen un tono ambiental de cóctel. La sexta es un chachachá rasposo, y en la séptima brilla una guitarra latina.

Ganadora de un concurso de jóvenes talentos en la BBC, a la saxofonista Jess Gillam no le gusta que la encasillen en la clásica. En Rise (Decca) toca a Dowlan y a Shostakovich, sí, pero también a Bowie, Weill e Iturralde.