La primavera de 1936 fue un tiempo de amistad para Pilar Bayona (Zaragoza, 1897-1979). En marzo decidió viajar a Madrid y quedarse una temporada para asistir a conciertos y exposiciones. En Madrid residían entonces sus amigos Luis Buñuel, el crítico de música Adolfo Salazar, Alfonso Buñuel -que se nombró «su lugarteniente»- y Juan Pérez Páramo, quien recordó en Andalán (nº 7-8, 1972) las sesiones de piano en la Residencia de Estudiantes convocadas por Alfonso Buñuel. Entre los asistentes, además de los ya citados, mencionó a los residentes Federico García Lorca y Pepín Bello; y a Pablo Neruda, el músico chileno Acario Cotapos, el diplomático Carlos Morla Lynch y su esposa Bebé Vicuña, o Eduardo Ugarte, escritor y principal responsable con Lorca de La Barraca... Todos sentados alrededor del Bechstein, que tanto gustaba a Pilar y que nunca se cansaba de tocar, de cinco a diez de las noche, músicas de todas las épocas, a las que seguían peticiones. Siempre las mismas. Lorca, Almería de Albéniz, y Adolfo Salazar, Debussy y Ravel. Ante tal insistencia, Cotapos decía: «Pilar, toque lo que le venga en nuez». El 13 de mayo, Pilar Bayona asistió al homenaje a Hernando Viñes, en la Hostería Cervantes de Madrid. Ocupó lugar central en la mesa, a la derecha del homenajeado y flanqueada por sus más fieles: Adolfo Salazar, Lorca, Alfonso Buñuel, Luis Buñuel y Juan Vicens.

El 16 de junio, Adolfo Salazar publicó en el diario El Sol de Madrid el artículo Una pianista española: Pilar Bayona, que ese mismo día le envió por correo a Zaragoza. Hacía algunas semanas que Pilar Bayona había regresado de Madrid para preparar el recital organizado por la Sociedad Amigos del Arte en el Teatro Marín de Teruel, el 27 de junio. Así lo señalan Antonio Bayona y Julián Gómez en su libro Pilar Bayona. Biografía de una pianista, imprescindible para este Visor y para toda aproximación a la trayectoria y obra de la artista. Es seguro que Pilar Bayona se sintió reconocida en las palabras de Salazar: afán de perfección en la soledad de su habitación, alejada de compromisos comerciales y también de la escena musical; y conocimiento profundo de la música que ensayaba incansable ante quienes sienten la vocación de escuchar música en veladas interminables. «Inteligencia, conocimiento de la música que interpreta, un amor del bello sonido en las gradaciones oportunas para lo que el estilo y el tono de la emoción requiere. Y uno se pregunta: ¿Qué caso es el de esta pianista, que cede blandamente a su destino y se resigna a tener como público a media docena de amigos (y a sí misma, porque Pilar Bayona toca, sobre todo, para sí, y en reverencia a la música que interpreta)? Cuando se le pregunta por qué no está dando conciertos por el ancho mundo, ella sonríe. Es la música la que le interesa». A la estirpe de Pilar Bayona pertenece Glenn Gould. Escúchenles y lean El malogrado de Thomas Bernhard. Aunque no sé si a Pilar Bayona le habría gustado.

Bayona, García Abrines y Alfonso Buñuel.

La primavera del 36 acabó y el verano precipitó un tiempo inesperado para Pilar Bayona, según declaró a J. A. Hernández, en 1974. «De repente, estalla la guerra, y en un momento es como si me hubiera quedado sin nadie... [...] O sea que desaparecieron en un momento todas las amistades que a mí me gustaban, fue horroroso... ¿Pero y ahora... con quién hablo? Es que me parecía que me había quedado sola en el mundo... fue horrible». Es extraño que se preguntara por la razón de la muerte de Lorca y del exilio de tantos amigos, si es que existen razones para explicar la muerte y el exilio. «¿Y qué han hecho? [...] ¿Pero con quién he estado yo?». No recordaba Pilar Bayona conversaciones más allá de las que celebraban la amistad en las tardes de música y de versos en la Residencia; momentos en que sus mejores amigos hablaran de la complicada situación política o expresaran su inconfundible apoyo a la República. Tampoco estuvo atenta a la prensa y al ruido de las calles. Solo quiso escuchar el sonido de su música.

En Zaragoza

Como bien dicen Antonio Bayona y Julián Gómez, la familia Bayona no se comprometió políticamente. Y la vida siguió durante la guerra, sin mayores altercados que los derivados de la posición política de José Ignacio Mantecón que tuvieron como consecuencia el encarcelamiento de su esposa Concha de la Torre, prima hermana de Pilar Bayona, y el arresto domiciliario de sus dos hijas. Pepín Bello coincidía con Pilar Bayona en el error político de Mantecón. Es posible que, efectivamente, Pilar Bayona no recordara conversaciones políticas durante su estancia en Madrid porque en su presencia no las hubo.

Pilar Bayona retratada por Jalón Ángel en 1936.

El 19 de abril de 1938 se inauguró Radio Zaragoza cuya programación musical en directo correspondería a partir de entonces a Pilar Bayona. Tras la guerra su música volvió a reunir a «media docena de amigos» en una ciudad vencida. Sus más fieles: Alfonso Buñuel y Juan Pérez Páramo; Tomás Seral y Casas, que en 1940 inauguró la librería-galería Libros, y Gloria Aranda, su nueva compañera de trabajo; los pintores Javier Ciria y Pilar Aranda; el musicólogo y futuro profesor de Filología Románica, Luis García Abrines, a quien Alfonso Buñuel inició en el arte del collage; el crítico de música, Eduardo Fauquié; Federico Torralba, profesor de arte, escritor, coleccionista y apasionado de la música; el ingeniero José María García Gil, futuro esposo de María de Ávila, a la que conoció en un concierto de Pilar Bayona en 1943; José Camón Aznar, profesor de arte, gran amigo de Pilar Bayona desde que le declarase su amor en 1917; el historiador Julián Gállego; o el poeta Juan Eduardo Cirlot que como un cometa iluminó la ciudad en torno a los años 1940 y 1943, cuando llegó para cumplir el servicio militar. Muy pronto supo dónde acudir: al domicilio de Pilar Bayona y con Pilar Bayona a Radio Zaragoza; a la librería-galería Libros de Tomás Seral y Casas; a la casa familiar de Alfonso Buñuel que le descubrió los libros y revistas de la biblioteca de su hermano Luis, y le introdujo en el collage; y a la casa de Eduardo Fauquié donde los amigos celebraban audiciones y tertulias.

Recordaba Federico Sopeña que Pilar Bayona «tenía abierta su casa para estudios, para tertulia, para fiesta, a los músicos visitantes. En el tiempo del piso campamento del Paseo Independencia, ella nos recibió, nos agasajaba, nos presentaba». Federico Torralba también dejó testimonio de aquellos encuentros: «Vivíamos un poco en torno a los ensayos y a las audiciones que Pilar, de una manera maravillosa, nos proporcionaba [...] Los ensayos van transformándose en unas verdaderas tertulias musicales». A última hora de la tarde, el grupo de admiradores acudían al estudio de Radio Zaragoza para escuchar a Pilar Bayona y acompañarla a su casa, donde había construido una habitación propia.