Aún resuena en mis oídos la brutal Past the Hatchet, I Think I’m Goodkind, pieza con la que Yo La Tengo cerró el martes su concierto en Oasis, antes de meterse en harina de bises con una revisión de What’cha Gonna Do About It, de los históricos Small Faces. Tremenda pieza, Past the Hatchet…, todo un colocón de psicodelia ruidista aderezada con otras especias, que el trío alargó hasta el éxtasis: el del guitarrista y cantante Ira Kaplan, y el nuestro, simples mortales y expectantes espectadores de una gozosa banda de esas llamadas de culto. La cosa suena a iglesia, sí, y de hecho no fueron pocos los seguidores del grupo que asistieron a la actuación como si de una misa laica y musical se tratase, tal era la devoción que demostraban.

Yo La Tengo hizo una actuación larga, con descanso y todo. Venía a presentar, es un decir, There’s a Riot Going On, su disco más reciente, y de él destacaron dos hermosas piezas pop en la primera parte de la velada: Ashes y She May, She Might. También hubo en esa primera mitad algo de folk-rock benedictino y búsquedas sonoras, juegos con texturas y ambientes y también algún devaneo. Así son los cultos, oye.

Solera y solidez

Vino el descanso, se llenó de fumadores ese espacio descubierto, tipo corral, que la sala tiene reservado para los adictos a la nicotina, se templaron los ánimos, y al lío. O sea, que Yo La Tengo la lió parda. Llegaron piezas más antiguas y con ellas la furia de una formación (con Kaplan, también teclista, comparten gloria Georgia Hubley -batería y voz- y James McNew, bajo, teclados, guitarra, percusión y voces) que transita por espacios sonoros variados, que hace arte de la distorsión y la saturación y que va de la ensoñación a la lisergia, de la placidez a la perturbación. Vista y escuchada con ojos y oídos no parroquiales, la actuación tuvo altibajos e incluso algunos pasajes evitables, pero reconozcamos lo innegable: en general, atrapó y mucho.

La carrera de Yo La Tengo, siempre al margen de modas y cifras de ventas, tiene solera y solidez, por lo que es difícil, pese a todo, que el grupo no enganche en sus conciertos. Sencillamente porque tiene lo que hay que tener: mucho talento. Como diría el viejo William tras haber pasado por Oasis: «¡To have or not to have, that is the question!».