La cruda realidad que estamos viviendo desde hace tan solo unas semanas parece más bien un relato de ciencia ficción. Algunos de ellos se han convertido en verdaderas profecías, como la novela 'Los ojos de la oscuridad', de Dean R. Kootz, quien en 1981, de manera visionaria narra cómo una severa enfermedad parecida a una neumonía se extendería por todo el mundo y resistiría todos los tratamientos conocidos. Con muchas extrañas similitudes respecto a la pandemia actual, el autor describe cómo el científico chino Li Chen lleva a Estados Unidos un 'diskette' con la información de la "más importante y peligrosa nueva arma biológica en una década".

En la bibliografía, encontramos numerosos fondos sobre historias que nos trasladan a precedentes históricos sobre grandes hitos relacionados con enfermedades infectocontagiosas que desprotegen al ser humano y ponen su devenir en peligro. Ya en 1353, Giovanni Boccaccio, recrea en 'Decameron' cómo diez jóvenes viven un confinamiento en una villa situada a las afueras de Florencia para protegerse de la peste bubónica que asoló la ciudad en 1348. Y le prosiguieron narraciones que contenían pestes de diferentes colores: 'La máscara de la muerte roja', escrita en 1848 por Edgard Allan Poe en la que la moraleja del cuento es que las plagas y sus desenlaces sitúan en igualdad de condiciones a todas las clases sociales y no pasan desapercibidas para privilegiados aristócratas. Y de color blanco se bautizó a la extendida tuberculosis, contenida en 'La montaña mágica', publicada en 1924, escrita por el Nobel Thomas Mann.

En los últimos días han circulado por redes sociales vídeos y fotografías en blanco y negro de la mal bautizada como “gripe española” porque no tuvo su origen en nuestro país, sino entre los soldados desplazados desde Asia y Estados Unidos a los campos de batalla de la I Guerra Mundial. Estas imágenes acompañadas al ritmo de la canción 'El soldado de Nápoles' de la zarzuela 'La canción del olvido', hit del año 1918, ponen los vellos de punta. Los hospitales de campaña con una separación de apenas espacio entre las camas para que las enfermeras pudieran atender a los enfermos, los rostros introspectivos de los sanitarios, una curva en papel de cuadrícula teñido de amarillo, en la que se aprecia el pico que aquí y ahora tanto estamos esperando, con su consiguiente descenso…

Al igual que con el COVID-19, también la pandemia de hace un siglo, en sus comienzos, se le asemejaba a una gripe común. El diario 'El Sol', el 29 de mayo de 1918 titulaba 'Falsos rumores de alarma', con el antetítulo 'La fiebre de los tres días'. Posteriormente, comenzaron a darle el enfoque de sus verdaderas dimensiones en cuanto a extensión y gravedad. Y el 3 de octubre de ese mismo año el titular se hacía eco del signo que había tomado la plaga: 'Toda España amenazada por una grave epidemia', que duró hasta diciembre de 1920. Laura Spinney en su ensayo 'El jinete pálido. 1918: La epidemia que cambió el mundo' narra la dantesca magnitud de esta enfermedad en todos los sentidos, que también llega a circundar el planeta. Por su desenlace -aunque no haré 'spoiler'-, hubiera sido importante que esta obra se hubiera convertido en libro de cabecera cuando acontecía el siglo de dicha pandemia, que se llevó por delante a millones de personas. Este hito casi pasó desapercibido en 2018. Triste y desafortunadamente, si se le hubiera prestado más atención -desde nuestras zonas de confort- quizá hubiéramos estado -dirigentes y sociedad- más preparados. Hemos aprendido a fuego que es un hecho que las plagas se reiteran cada cierto tiempo a lo largo de la historia.

Parecía que en nuestro estado de bienestar cualquier amenaza que augurara un drama colectivo de este calibre era pura ciencia ficción. En este momento, e nuestra sociedad, eso es imposible que ocurra…, pronosticábamos. Lejos de esos augurios, una vez más la historia se replica y, como si se tratara de un sismo, de nuevo la pandepidemia aflora y muta vertiginosamente nuestras formas de vida, nos confina, nos retrotrae a aquellas novelas de ficción que leíamos en nuestra juventud, a aquellos filmes que nos sobresaltaban cuando veíamos secuencias tremebundas y que nos hacían suspirar y volver a respirar en los títulos de crédito, al salir del cine y volver a nuestra cotidianidad. Ahora, al contrario, lo que queremos es salir de esta cruda realidad, volver a la vida en sociedad, poder abrazarnos más allá de las pantallas, poder enterrar a nuestros amigos y familiares que nos ha robado el coronavirus… Y hablar en pretérito y que todo este mal sueño, toda esta pesadilla en mayúsculas haya pasado. De momento, volveré a pellizcarme, porque todavía siento que no puede ser cierto que estemos viviendo esta increíble situación… a ver si llegamos al final del capítulo o aparece ya 'The end'.