Hasta Madrid llevó Tomás Seral y Casas (Zaragoza, 1908-Madrid, 1975) el viento surrealista de Noreste, cuando en 1945 decidió trasladar la experiencia de Libros a Clan, proyectos ambos que le permitieron aunar sus dos pasiones: la literatura y el arte, en torno a las cuales construyó un refugio de convivencia y creación para quienes como él habían sido vencidos y para los más jóvenes que anhelaron un futuro en un país decididamente gris que les repugnaba. La inquebrantable fidelidad de Seral con una línea de pensamiento abierta a todo lo que significara renovación de la cultura y su vocación de organizador, fundamentaron su decisiva aportación a la vertebración de la primera vanguardia aragonesa con la revista Noreste (1932-1936), y a la continuidad del Surrealismo durante la posguerra en los reductos mágicos de sus librerías-galerías. Primero, Libros en Zaragoza (1940-1945) y luego, Clan en Madrid (1945-1954), a las que siguieron Caïrel en París (1955-56), y las salas Seral en Fernando Fe de Madrid (1958-1962). Además de librero y galerista, Seral fue escritor y editor de revistas y libros. Su entusiasmo cómplice con la obra de artistas y escritores activó el deseo de difundirla a través de exposiciones y ediciones que organizó en colecciones literarias: Cuadernos de poesía (1935-1949) o El lagarto al sol (1947-1951); y artísticas: Artistas Nuevos, que tan importante fue en el proceso de normalización de la cultura en España.

Sobre la colección Artistas Nuevos escribió Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) en el semanario La Hora de Madrid, en diciembre de 1949. Saura, decididamente surrealista entonces, contempló por vez primera obras de Tàpies y Cuixart, coincidentes en algunos aspectos con las suyas, en el Segundo Salón de Octubre que desde Barcelona se presentó en Madrid en la galería Palma, en noviembre de 1949. Pero no fue entonces cuando el Surrealismo sacudió la modorra de artistas, críticos y público de Madrid, sino durante la celebración del VII Salón de los Once en la galería Biosca, en febrero de 1950. «La sorpresa del Salón de este año son las obras de los tres jóvenes pintores Tàpies, Cuixart y Ponç. Tres figuras apenas conocidas, solamente entrevistas a través del Salón de Octubre de años anteriores, y ahora confirmadas como unas firmes promesas de nuestro arte joven», escribió Saura en La Hora. Lo más importante de aquel encuentro: supo que no estaba solo, inició estrecha relación con Dau al Set a través de Tharrats, y comenzó a idear proyectos en defensa del Surrealismo.

La afiliación surrealista de Saura determinó sus amistades y contactos, sus visitas a galerías, museos y librerías, y el enfoque de su biblioteca. En abril de 1951 Antonio Saura solicitó al MoMA el catálogo de la exposición Fantastic Art (1936) de Alfred H. Barr Jr., cuya lectura fue decisiva en el planteamiento de uno de sus proyectos más importantes: Arte Fantástico, que presentó en la galería Clan de Madrid, en marzo de 1953. Una de las primeras menciones a la exposición se encuentra en la carta que envió a Tharrats en julio de 1952, a escasas semanas de concluir la colectiva Tendencias en La Casa Americana, sobre la que escribimos un visor por ser el origen de un proyecto que no salió adelante: el del grupo Unión Libre con Aguayo, Lecoultre, Saura y Ayllón. En su carta a Tharrats, Saura le confió que Seral había aceptado realizar la exposición dedicada en exclusiva al surrealismo, la primera en España tras la guerra. Una vez más Saura acertó al dirigirse a Seral, surrealista convencido.

Tomás Seral estaba encantado con el entusiasmo organizador y claridad de planteamientos de Antonio Saura. A él tampoco le faltaban ideas y estaba dispuesto a «realizar toda clase de irracionalidades posibles», con tal de «fijar la idea de que el Surrealismo podrá estar pasado, donde lo esté, como escuela, pero que infiltra lo mejor del arte de nuestros días y le queda cuerda para rato», le escribió a fines de julio de 1952. No tardó Saura en solicitar la ayuda de Tharrats para disponer de obras de Dau al Set en la exposición pero resultó que además de no verse demasiado, andaban un poco apartados del Surrealismo. Lecoultre mandaría obras, pero también le advirtió que no eran «surrealistas exactamente». En enero de 1953, Tharrats confirmó a Saura el envío de dibujos y documentos del grupo Dau al Set pertenecientes a su colección. Mientras tanto Saura y Seral seleccionaron obras del fondo de la galería: Miró, Picasso, Man Ray, Ferrant, la mano utilizada en Un perro andaluz... No en vano el Surrealismo ocupaba lugar principal en la programación de Clan. A Saura correspondió el montaje escenográfico que conocemos a través de sus dibujos y de fotografías de Carlos Saura, colaborador de la exposición en la que participó con la imagen Amantes y las fotografías, algunas realizadas en el estudio de Antonio Saura, para el catálogo que se editó en la colección Artistas Nuevos, dirigida por Seral desde que Clan la retomara en 1949 tras un paréntesis de cuatro números a cargo de Palma.

Como en Saura siempre fue habitual, la escritura era esencial en la reflexión de la creación visual. Para Arte Fantástico escribió, además del texto para el cuaderno, en el que atendió individualmente a los artistas seleccionados, la Carta al espectador, declaración multicopiada para entregar a la entrada de la galería: «Casi un telegrama como prólogo y advertencia a esta exposición. No se trata de un conjunto encasillado en determinada tendencia. En un principio se pensó en una colectiva de carácter exclusivamente surrealista y con un contenido netamente español. Si después se amplió este concepto no fue por arrepentimiento ni por falta de material, que existe de sobra en España, sino por la necesidad de absoluta libertad y anarquía. Hoy día no existen ni pueden existir escuelas absolutamente cerradas». Bien lo sabía. Coincidió la organización y presentación de Arte Fantástico en Clan, con la colectiva Tendencias 2. Pintura, Escultura, Fotografía en Buchholz, para la que Saura seleccionó junto a sus obras, las de Lagunas, Lecoultre, Servando Cabrera, Sttubing, Edgar Negret y Carlos Saura. A José Ayllón correspondió presentar a un grupo dispar de artistas unidos en su decisión de luchar contra todo tipo de dificultades en una época contraria al arte moderno.

Con la distancia, Saura encontró que aquellos dos proyectos eran alternativas «precursoras de un grave dilema plástico»: el lenguaje surrealista de Arte Fantástico cedía en Tendencias 2 ante aspectos más pictóricos y menos oníricos. Él mismo clasificó su pintura dentro de un «surrealismo abstracto» en la Exposición Internacional de Arte Abstracto (Santander, agosto 1953); si bien fue su deseo de conocer al grupo surrealista francés el principal motivo de su viaje a París, adonde también se dirigió Seral.