El interés que las obras de Santiago Lagunas y Fermín Aguayo suscitaron en Zaragoza en 1947 decayó al año siguiente, cuando fueron rechazadas por la mayoría conforme ambos artistas, junto a Eloy Laguardia, se adentraban en la abstracción. Inmersos en un complicado proceso de simplificación de las formas que exigía todo su tiempo y fortaleza mental, Lagunas, Aguayo y Laguardia enfrentaron los desprecios pintando. Los artistas pasaban horas en una habitación del domicilio de Lagunas, convertida en estudio y tertulia. Nunca olvidó Antón González su primera visita, a mediados de 1949, por ser reveladora de sus propias búsquedas. «Rodeado de pinturas y pintores, el olor a trementina animaba el apartamento. Era un lugar de trabajo con abundantes colores en polvo, aceites, bastidores y telas de todos los tamaños... Sus obras se estructuraban en un entorno abstracto que contemplaba sorprendido [...] En un salón se discutió de pintura (yo escuchaba entre atento y distraído), de la abstracción como un descubrimiento. Lagunas con entusiasmo teorizaba, demostraba, parecía recuperar al pintor que siempre fue; Laguardia se mantenía en silencio reflexivo y Aguayo, volteando las chispas de sus ojos crédulos e incrédulos, salpicaba los debates con tierna malignidad, manera muy suya de dejar un espacio a la duda. Es remarcable que, en este u otros encuentros, nunca se hablara de la gran pintura del pasado. Diríase que para ellos no existía». Aquel año de 1949 había sido muy especial para los artistas. Su amistad con Palazuelo, Ferrant o Goeritz, el descubrimiento de la obra de Klee, la consulta de libros sobre pintura y arte moderno, y la asistencia a exposiciones en Madrid con motivo de las suyas en la galería Buchholz aceleraron sus deseos de ensayar caminos que no habían sido transitados en nuestro país. Una auténtica osadía en el «mostrenco ambiente artístico zaragozano», acertó a calificarlo José María Aguirre, uno de los pocos defensores del Grupo Pórtico que no dudó en alzar la voz para dejar claro que la ciudad había fracasado ante su pintura.

Pero los apoyos no fueron suficientes y la exposición de noviembre de 1950 en el Mercantil de Zaragoza fue el principio del fin de la aventura de Pórtico, aun cuando Aguayo, Lagunas y Laguardia siguieron participando en colectivas y certámenes, y sus obras reproducidas en revistas como Almenara-Alcandora (Zaragoza, 1950-1952) o Ansí (Zaragoza, 1952-1955). Para no tomar partido, Luis Torres se hizo eco de las palabras que Ramón Faraldo dedicó a las obras de Lagunas y Aguayo en el Primer Concurso Arte y Hogar. Pinturas-Bodegones, celebrado en Biosca de Madrid y casi coincidente en fechas con la de Zaragoza: «Dos páginas abstractas, nobles y exigentes, cierran el conjunto de este certamen tan brillante».

Santiago Lagunas, 'Naturaleza muerta en azul', 1951.

El estreno de los 50 coincidió con la etapa ministerial de Joaquín Ruiz Giménez (1951-1956) y el inicio de una tímida apertura al exterior que también afectó al arte, a partir de entonces enredado en el debate entre figuración y abstracción, tras superar el conflicto entre tradición y vanguardia. Fue así como el triunfo de la abstracción iba a coincidir con el final del Grupo Pórtico, precursor en los años 40 de una abstracción constructiva derivada del cubismo que muy pronto se desvaneció en la memoria de quienes escribieron la historia, pasando a ser un episodio local. Algo debió de ocurrir ya en 1951 para que las obras que Lagunas, Aguayo, Laguardia, Orús o Antón González habían presentado a la Exposición de Artes Plásticas de Artistas Aragoneses (Feria de Muestras, Zaragoza, 22 abril-10 mayo, 1951), no figuraran en la I Bienal Hispanoamericana de Arte (Museo Nacional de Arte Moderno, Museo Arqueológico y Palacio de Exposiciones del Retiro, Madrid, 12 octubre, 1951-24 febrero, 1952), a pesar de haber sido seleccionadas. Antón González dijo haberse negado a participar en una convocatoria de intereses estrictamente políticos. Quizás renunciaron para mostrar su contrariedad por la selección del jurado, como hicieran en 1950 salvando las distancias, los artistas norteamericanos conocidos como Los irascibles, protagonistas de la próxima exposición en la Fundación Juan March de Madrid. En todo caso en la I Bienal no figuraron las obras de aquellos artistas que tanto irritaban a los críticos de Zaragoza: «Todos ellos gritan desaforadamente con sus pinturas, que tienen la virtud de no hacerse amar. Sus obras causan escándalo -cada vez menos- y se olvidan fácilmente, sin dejar ningún recuerdo; flores de un día del Arte, prontas a dejar de existir», escribieron los Albareda en su crónica del certamen preparatorio para la Bienal.

Lagunas es el único artista de los citados que figuró en la sección de Arquitectura de la I Bienal con el proyecto de reforma y decoración del cine Dorado, mencionado por Camón Aznar en el catálogo: «Unas fotografías de un cine de Zaragoza, por el arquitecto Lagunas, nos ponen en contacto con la realización más audaz de la arquitectura española. Alusiones planetarias flotan por los techos, decorados con formas coaguladas según cánones surrealistas». José Luis Fernández del Amo escribió en Mundo Hispánico: «Y este pintor, que es el arquitecto Lagunas, ha refrescado el conjunto con una arquitectura hecha de paisajes abstractos. El tanto que no se le puede negar es haber creado el ámbito propio del cine. En el Dorado de Zaragoza, el espectador respira el clima mismo del espectáculo como vigencia. Su plafón de constelaciones es un auténtico acierto».

Eloy Laguardia, 'Isla soñada', 1951.

En octubre de 1952 Lagunas, Aguayo y Laguardia participaron en el II Salón de Artistas Aragoneses Modernos celebrado en la Lonja, compartiendo escenario con el X Salón de Artistas Aragoneses, aunque en espacios diferenciados como en el I Salón Aragonés de Pintura Moderna. Los hermanos Albareda sentenciaron: «¿Creen en conciencia que vendríamos ganando algo con que se impusieran sus ideas y que la herencia artística del mundo actual fueran millares o millones de obras abstractas con ausencia total del arte representativo que con más o menos tolerancia se dio en todos los tiempos? Creemos que si tal cosa sucediera en las artes, el siglo actual sería el más trágicamente desgraciado de cuantos han transcurrido desde que el mundo existe». Aguayo y Laguardia decidieron salir de Zaragoza. Aguayo encontró en París el lugar donde pintar. Laguardia olvidó la pintura en San Sebastián. Lagunas siguió pintando hasta 1960 y encontró tiempo para escribir sobre pintura y abstracción; en agosto de 1953 asistió al I Congreso Internacional de Arte Abstracto en Santander, sus opiniones fueron escuchadas en los coloquios, y expuso en la Exposición Internacional de Arte Abstracto, sobre la que escribió en Cuadernos Hispanoamericanos: «Un conjunto de alegría y donde un pintor -al menos como yo- respira a gusto».