Se mete uno en el sótano de la Diputación de Huesca y aparece en el Estados Unidos de los años 30 del siglo XX. Tan prodigioso fenómeno no es cosa de magia, sino de cultura. Hasta el próximo 15 de marzo la institución provincial acoge en su sala de exposiciones la muestra 'Geografías del viaje', dentro del programa Visiona, un fenomenal proyecto que dirige Pedro Vicente y que es, junto a ese otro artefacto inclasificable que es el festival Periferias, cita obligada en el menguante calendario cultural altoaragonés.

Aunque la muestra contiene el trabajo de artistas contemporáneos como Ouka Leele, Cristina de Middel o Ricardo Calero, hay una sección que inevitablemente golpea con mayor crudeza la retina del espectador. Se trata de la dedicada a las fotografías que mandó tomar la Farm Security Administration (FSA), una entidad creada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos en 1935 para ayudar a los agricultores y jornaleros durante la Gran Depresión y el Dust Bowl. Si bien la crisis económica es de sobra conocida, menos lo es el Dust Bowl, el desastre ecológico que, cual plaga bíblica, se cernió sobre el campo norteamericano en esos años: una prolongada sequía dio paso a enormes tormentas de arena que arrasaron cultivos e incluso sepultaron granjas y graneros.

Eran tiempos de Franklin D. Roosevelt, cabe recordar, y la FSA dio apoyo a unas setecientas mil familias a través de préstamos a bajo interés, programas de mejora de los cultivos y planes de reasentamiento de labriegos y braceros sin trabajo. De la crueldad de aquella época queda un testimonio literario estremecedor: 'Las uvas de la ira', de John Steinbeck. También perduran las imágenes que mandó tomar la FSA, cuyos responsables tuvieron una idea visionaria: contratar a un equipo de fotógrafos, profesionales de primer orden, para documentar aquel momento histórico.

El economista Roy Stryker fue el encargado de diseñar las rutas y temáticas que los fotógrafos debían abordar, y les dio instrucciones de anotar con precisión qué era lo que capturaban sus objetivos. Con esa misión lanzó a recorrer el territorio norteamericano a Walker Evans, Gordon Parks, Margaret Bourke-White, Dorothea Lange... Esta última es la autora de una de las instantáneas más recordadas de la época, 'Madre migrante'. De entre las 52 fotografías que se muestran en Huesca, unas cuantas tienen la firma de Lange; en una de ellas puede verse a aquella icónica y famélica madre rodeada de su prole, bajo un mísero chamizo hecho con una sábana y con una maleta en primer plano en la que se intuyen todas las pertenencias de la familia; la mujer, que se llamaba Florence Michel Owens Thompson y parecía una anciana a pesar de tener solo 32 años, muestra la misma tristeza, entereza y dignidad con la que quedó inmortalizada en esa otra estampa más famosa.

Otra imagen de Lange muestra a una familia asomada a la entrada de su tienda de campaña, instalada en un campo de trabajo en California, el estado del sol adonde acudieron por miles los hambrientos en busca de un jornal cogiendo naranjas o lo que fuese menester. Según recoge la bitácora de la fotógrafa, la familia, originaria de Oklahoma, contaba con once hijos. El día que se tomó la foto fue bueno: el padre y la hija mayor habían conseguido trabajo recolectando guisantes, y entre los dos, tras diez horas de trabajo, habían ganado unos tres dólares. Su plan era invertir ese dinero en desplazarse en busca de otro salario.

«La madre quiere regresar a Oklahoma -anota Lange-, pero el padre se muestra reacio. Ella dice: "Quiero volver a donde podamos ser felices, vivir decentemente y cultivar lo que comamos". Él responde: "No podemos irnos tal como estoy ahora. No tenemos absolutamente nada para cultivar la tierra. Mi error fue venir aquí".

Corría 1939, y los ecos de esa miseria todavía resuenan. No muy lejos de aquí, por cierto: quizás las uvas de hoy contengan la misma dosis de ira que las de hace más de 80 años.