La maravillosa sensación de estar leyendo un buen western es perfectamente equiparable a la tampoco frecuente experiencia de leer un buen guión. Porque el western, como el ejercicio guionístico, ha sido tan absorbido por el cine que casi nadie lo traduce de otra manera que en imágenes. Y quizá por eso, por su excepcionalidad, cuando un western está bien escrito, el placer es doble.

El que he recibido, por ejemplo, leyendo Jonhny Guitar.

Su autor, Roy Chanslor, estuvo realmente inspirado al componer su elenco de personajes.

En especial, los caracteres femeninos, más difíciles en un mundo tan de hombres como el salvaje Far West. Destacando Vienna (Joan Crawford en la versión cinematográfica), una mujer independiente, que regenta un salón atestado de facinerosos, pero que se conserva en todo momento como a salvo tras una muralla de indiferencia y pureza.

Enma, la mujer real, esposa y víctima de un hombre deshonrado, que asumirá el papel de vengadora, de auténtica jueza de la horca en sustitución de un melindroso sheriff, manteniendo un enfrentamiento épico, armas en mano, con Vienna.

Y finalmente hablaríamos de Elsa, la prostituta enamorada de un bandido, capaz de seguir a su último hombre hasta el punto de no desear nada mejor que morir junto a él.

En medio de ese matriarcado que será también un nido de serpientes caerá del cielo Johnny Guitar (en la película, dirigida por Nicholas Ray, Starling Hayden), un hombre joven y atractivo, pero con una historia turbulenta detrás. Un buscavidas, realmente, músico y seductor, más apegado a su guitarra que al Colt 45.

La trama, a partir de allí, se ajustará al canon clásico del género: enfrentamiento entre ganaderos y campesinos, entre pistoleros y ciudadanos, entre el bien y el mal...

Con tiroteos, persecuciones, asaltos a la diligencia, cazadores de recompensas, graneros y callejones ardiendo bajo el fuego cruzado de los disparos de las diferentes cuadrillas y los consecuentes incendios. Galopadas, bravuconadas, frases y diálogos memorables... En especial, los intercambiados por Vienna y Johnny Guitar en su apasionada y difícil historia de amor. El talento del autor consigue hacernos olvidar sus pañuelos y espuelas, la pistola bajo la capa de Vienna, hasta la guitarra, incluso, con la que Johnny canturrea los valses de Strauss para adentrarse en los entresijos de dos seres humanos en busca de algo parecido a la felicidad. La resistencia de Vienna al amor, su creencia de que sólo le traerá indignidad, desprecio y dolor resulta particularmente conmovedora, y tan realista como la triste realidad de que la mujer del Oeste era poco más que una bestia de carga.

Novela con aliento épico y personajes para la leyenda, se beneficia además, en su primera versión y presentación al castellano, de una magnífica traducción de Susana Carral, de las hermosas ilustraciones de Carmen García Iglesias y de una extraordinaria edición, exquisita, realmente, de Reino de Cordelia.