La pista de skate en la Vía Hispanidad de Zaragoza emite un traqueteo arrítmico que casi nunca para, pues es una de las más usadas de España. Este dato se puede interpretar como un éxito o como un fracaso, dada la carencia de instalaciones de este tipo en la ciudad. Un día festivo cualquiera el recinto desborda actividad, confirmando un lema que les gusta a los aficionados: para la tabla no hay edad.

Las cosas hace unos años no eran así. La vieja instalación fue una especie de desastre con módulos prefabricados que no les permitían practicar el deporte en condiciones. Lo único que propiciaban eran las lesiones. Gracias a una recogida de firmas del Zaragoza Riders Club se logró que uno de los arquitectos más prestigiosos, Daniel Yabar, se encargara de un proyecto que ahora luce estupendo junto a la imponente torre del Pirulí. Muchas pintadas y bastantes mochilas por los rincones. «Estuvieron a punto de hacer otra pista de mierda», asegura uno de los portavoces la asociación, Richi Pérez.

El diseño actual de la misma permite que cualquier persona se anime a deslizarse. Existen rampas, bordillos, desniveles y barandillas adaptados para cualquier nivel. La joya de la corona es la bañera o bowl, como lo llaman los aficionados. Sus formas permiten rampas suaves hasta una pendiente que parece un muro. A primera vista parece solo para profesionales.

A un palmo del suelo

El éxito del recinto también se explica porque sirve como refugio contra las multas de la Policía Local. Atrás quedan los años de patinar en la plaza de la Seo, del Auditorio o del Príncipe Felipe, en la que se curtió Richi como muchos vecinos del barrio de San José, una de las mecas del patín en la ciudad. «Hemos tenido mogollón de bullas con la policía, siempre han ido a saco contra nosotros», recuerdan. Y miran con envidia a ciudades como Barcelona en la que están instalando plazas en las que los elementos de patinaje de camuflan con el mobiliario urbano. Es una tendencia que permite recuperar enclaves infrautilizados.

Fernando Mazo está en esto por la adrenalina. Descubrió el ambiente en San Francisco y al volver a Zaragoza decidió que se tenía que meter en este mundo. «Cuando saco tiempo pillo la tabla, me evado y conozco gente», afirma. Nacho Romanos, propietario de la Not Skate Shop, lo tiene claro: «Con esto vas a un palmo del suelo sin necesidad de drogas». Una idea que todos corroboran: mucho sufrimiento, mucho esfuerzo y un evidente riesgo de lesiones. Pero nada mejor para superar malas épocas.

Peligro evidente

La pista no es un coto vedado para los monopatines. Con el auge del patinete, bastantes chavales jóvenes practican sus saltos. Los que se han curtido saltando en las escaleras de la facultad de Derecho lamentan la irresponsabilidad e los padres, pues los dejan a su libre albedrío sin cascos ni protecciones. «Esto es un lugar más peligroso de lo que parece», asume Nacho. Es uno de los más veteranos de la zona. Lleva más de 30 años patinando y ha logrado que su hija empiece a hacer sus pinitos. Muchos de los que empiezan lo acabarán dejando, pues estas prácticas requieren más esfuerzo del que parece. «Una vez una chavala me preguntó que de dónde se podía bajar una aplicación para mejorar», bromea Richi.

A pesar de que los novatos aún no lo tienen muy claro, en la pista rige una especie de ley no escrita que les lleva a respetar los tiempos, las entradas y las salidas para evitar accidentes en los saltos. También procuran mantener el recinto lo más decente posible para evitar problemas. Lo de las pintadas y grafitis, que parece asociado con la práctica del skate, no está demasiado bien visto. O por lo menos no sobre las rampas. Así se evitan accidentes, pues la pintura hace que patinen más de la cuenta. Que ya es decir.

La actividad lleva asociada una reivindicación de la ciudad como espacio de ocio. Así lo demuestran con la multitud de vídeos que cuelgan en las redes. Un referente zaragozano es Sergio Lucea, el patinador español con más suscriptores en Youtube, pero son muchos más los que se graban patinando por las calles. La comunidad es amplia. «Cuando viajas con una tabla nunca te sientes solo», plantean.

Para el futuro se espera una tercera fase de obras. Ya está lanzada, según dicen. Con ella lograrán poner en marcha una zona street en la que se simulen los obstáculos que se pueden encontrar patinando por la calle. «Así podremos hacer cosas que molen sin molestar a la gente», afirman. No se puede olvidar que esta es la esencia del skate.