Quien haya estado alguna vez en Canfranc, pero no en la estación, sino en el pueblo viejo, entenderá perfectamente por qué la apertura de un centro multiservicio es fácilmente comparable a un corazón que vuelve a latir. Hace años que en en este pequeño núcleo del Pirineo no cuenta con un bar (¡ay, el Sisas!), y muchos más que no sabe da nada de algo parecido a un restaurante. Y sin noticias de una tienda al uso. El puente de Arriba, una calle principal que no es sino unos metros asfaltados del Camino de Santiago, restos del antiguo castillo, la torre de Aznar Palacín, la iglesia de la Asunción, un refugio para peregrinos, un mástil con la bandera republicana ondeando en el centro del pueblo, 28 adultos y 12 niños censados, las ruinas de la Iglesia de la Trinidad, el puente de Abajo y... poco más, a no ser que añadamos el buen número de apartamentos y segundas residencias relativamente modernas que se llenan solo en épocas turísticas y de que estamos hablando de un enclave privilegiado, otra joya más del Pirineo aragonés con una historia que se remonta al siglo XI.

Lo de la bandera republicana merece un extenso capítulo al margen, pero de forma sucinta cabe recordar que se trata del homenaje póstumo que un grupo de vecinos quiso brindar a uno de ellos, Eduardo Aznar. Se trataba de un madrileño, republicano recalcitrante, que al jubilarse se instaló en Canfranc. Al morir en el 2004, se izó una bandera de la Segunda República en su honor. A las pocas horas, unas manos anónimas aprovecharon la oscuridad de la noche para destruirla. Volvió a su sitio. Y la volvieron a quitar de forma clandestina. Y la volvieron a poner... Y aquel unos la ponen/otros la quitan terminó con triunfo de los primeros, no se sabe si por aburrimiento o cansancio de los segundos. Lo cierto es que lleva 14 años ahí, en plena plaza, y es un símbolo más del pueblo.

Pero sigamos con la historia de Angela Zubiaurre y Dani Sancho, el dúo de emprendedores que ha conseguido que en el pueblo haya una luz más encendida. Que no es poco. Se trata de El mentidero, lo que podríamos definir como un todo en uno. Es decir, bar, biblioteca, juegos, tienda de productos de primera necesidad, zona de internet... y, lo que es más importante, punto de reunión y encuentro.

Ángela y Dani, afincados en la cercana Villanúa, son animadores socioculturales y al mismo tiempo el alma de El eventario, una empresa muy conocida en el valle del Aragón y que ellos mismos definen como "algo más que una fábrica de eventos". Ambos ganaron el concurso público promovido por el Ayuntamiento de Canfranc para tratar de revitalizar una local ubicado junto a las escuelas y la zona de juegos infantil y de paso, el pueblo entero. Desde el minuto uno no han dejado de dar rienda suelta a su imaginación (inolvidable fue la celebración de Halloween, coincidiendo con el puente festivo de noviembre y las primeras de horas de puertas abiertas al público del establecimiento). "Somos algo más que un bar o una tienda. Somos profesionales de la animación y siempre estamos inventando cosas", dice Ángela, que además es diplomada en relaciones laborales y tienen un máster en Prevención de Riesgos laborales.

Buen ambiente en El mentidero.

Dani Sancho, por su parte, confiesa que son conscientes de que tienen ante sí un reto "muy fuerte", pero añade que eso les motiva más aún "A ilusión no nos gana nadie". "Conocemos la zona y la gente nos conoce a nosotros porque llevamos años por aquí haciendo cosas, así que sabemos que con esfuerzo se puede mantener esto con vida", añade Dani, que es técnico superior en Animación Sociocultural y Turística.

Con regularidad, ambos colaboran estrechamente, además, con una de las personas más conocidas en esta parte del valle. Se trata del guía turístico y educador ambiental Manuel Bueno, profesional de la animación y experto en la historia de la zona, sus costumbres y leyendas. Manuel, a través de su empresa, Club de las Charradas, es por ejemplo quien protagoniza las visitas teatralizadas a la majestuosa estación de tren de Canfranc, un espectáculo imperdible cuando uno pasa unos días de descanso en esta parte del Pirineo.

Manuel Bueno, en el papel de Albert Le Lay.

En sus distintas representaciones, Manuel Bueno maneja un total de nueve personajes, entre los que destacan Albert Le Lay (el jefe de la aduana francesa ubicada en esta estación que se jugó la vida para ayudar a los judíos a huir de la Gestapo), el Doctor Natur (entregado a la defensa de la naturaleza), Pedro Malón (una enciclopedia andante de historias rurales) o Fray Damián el Peregrino, un extraño individuo que muestra a los visitantes los entresijos y leyendas de Canfranc. "Se trata de difundir, enseñar y revivir la cultura, costumbres y pasado de esta parte del valle; su extraordinaria y para muchos desconocida historia", sostiene Manuel, que antes de lanzarse de lleno al mundo de la animación ocupó el cargo de gerente de la Cueva de las Guixas, otra visita obligada del Valle del Aragón.

En Canfranc hace ya unos días que las madrugadas pasan de puntillas por debajo de cero grados. Lo peor del invierno se acerca, pero con ello también la temporada de esquí. "Vamos a ver qué sucede. Nosotros estamos con muchas ganas", dice Angela. "De momento la gente nos ha acogido muy bien, hay un gran ambiente creado en torno a El mentidero. Tenemos un buen pálpito", añade. Y no es poco, cuando de un nuevo corazón se trata.