Como casi todo lo que merece la pena en esta vida, el principio de la carrera de un actor no es coser y cantar. Joel Bosqued, zaragozano de nacimiento, es ahora un intérprete muy reconocido, de esos que aparece cada dos por tres en las series de producción nacional. Solo desde el 2015, Bosqued ha participado en más de una decena de rodajes, entre los que destacan el de Los nuestros, el de El accidente o el de la película Que baje Dios y lo vea. Todo un hito en una profesión cambiante e inestable como pocas. Lo suyo le costó.

Cuando era pequeño, para Joel lo de ser actor era un juego, una distracción de la que disfrutaba impulsado por su familia. En el colegio hacía teatro, pero no fue hasta la pubertad cuando empezó a pensar en la interpretación como en una profesión. «Una amiga de mis padres era actriz y les preguntó si podía hacerme unas fotos para una agencia. Entonces comencé a trabajar de modelo y a raíz de eso me salieron muchos curros en publicidad. Una cosa llevó a la otra y apenas nada más comenzar tuve la suerte de hacer Ke no!, una de las primeras series de Cuatro», rememora Bosqued.

No todo fue tan simple como parece cuando se le escucha, y él mismo lo admite. Durante su infancia en Zaragoza, pasó por varios colegios. Según relata le fue «complicado» compaginar los estudios con el trabajo en parte porque sus profesores y compañeros no le ponían ninguna facilidad. «Los profesores no eran nada flexibles, no me repetían los exámenes. Aunque vamos, tampoco es que sufriera, no lo pasé fatal. Pero hoy en día, con el boom de las redes sociales, los influencers, los youtubers... parece que está más aceptado dedicarse a esto. A mí a veces me daba vergüenza el hecho de ser actor», admite el aragonés.

Su imagen de joven guaperas, su físico o sus llamativos ojos azules puede que contribuyeran a que surgieran «envidias» por parte de sus compañeros, pero para Joel todo aquello ya forma parte del pasado. Ahora, en Zaragoza, sigue teniendo a sus «colegas de siempre», aquellos que no le dieron demasiada importancia a la profesión de Bosqued.

futuro incierto / A Madrid se fue con «16 o 17 años», dice. Antes, cuando se iba a la capital a trabajar, se quedaba en hoteles o en casa de compañeros. «La verdad es que ese momento, cuando te vas definitivamente, es jodido. Estás en una ciudad que no es la tuya, estás solo y tienes que buscarte la vida, porque todo es muy caro. Hay momentos en los que te dan bajones, pero ha merecido la pena: ahora soy feliz y me dedico a lo que me gusta, pero he tenido que pagar un precio por ello», dice.

Ser actor conlleva en muchas ocasiones ser famoso, con toda las consecuencias que eso acarrea. Y para Bosqued esa es una de las partes menos satisfactorias de su trabajo. Él trata siempre que puede de «pasar desapercibido». Se considera humilde y autocrítico y como a al resto de los mortales no le gusta su voz cuando se escucha en una grabación, reconoce Joel riendo. «Todos nos sacamos los mocos en el coche alguna vez», añade en tono jocoso.

Trabajar en una producción siendo actor no te garantiza trabajar también en el mañana, y eso es algo que Joel Bosqued tiene muy presente. «No hay nada para siempre -premoniza el zaragozano-. Hay malas rachas, rachas buenas, temporadas en las que te estabilizas y luego, de un día para otro, dejas de trabajar. Hasta que no tenga 80 años y haya trabajado de esto toda la vida no me daré por satisfecho. No sé si el año que viene seguiré trabajando como actor o si trabajaré de comercial. Pero ahora soy feliz. Estoy orgulloso de muchas cosas, así que, de momento, todo ha valido la pena».