La sede de la Unión de Radioaficionados de Zaragoza (URZ) es una mezcal de laboratorio tecnológico y decorado de película de científicos locos. Se pueden encontrar válvulas, medidores de frecuencia y antenas variadas. Nikola Tesla, uno de los santos a los que le rezan, le hubiera sacado gran partido al local. En una época de redes sociales, en la que cualquiera es productor de radio gracias a las plataformas de podcasting, estos herederos de Marconi apuestan por lo concreto y apelan al siglo XIX para designar su actividad.

El presidente de la URZ, Ángel Abadías (o EA2AMB, como se le conoce en las ondas), tiene una sólida formación como ingeniero. Dice que cualquiera puede introducirse en el mundo de la radioafición, pero enseguida saca el manual de tapas azules que es necesario estudiar para ejercer esta actividad de forma legal y reglada. Es un tocho considerable lleno de códigos fundamental para adentrarse en el espectro de frecuencias que la Unión Internacional de Comunicaciones pone a disposición de los que superen el examen. Los fines de su asociación son la investigación, la experimentación y la comunicación. Y la regla no escrita, como en la de cualquiera agrupación de personas afines a un tema, ya sean los sellos, la gastronomía o el deporte es clara: no se habla ni de política ni de religión.

Ocho repetidores

La asociación, que cuenta con más de dos centenares de aficionados, se creó hace 65 años. Ofrecen el entorno adecuado para disfrutar de la radio desde un punto de vista técnico, pues para todo lo demás ya están esos podcast eternos en los que se analizan capítulos de The Whitcher y se habla mal de J. J. Abrams. Sus miembros, además, acuden a colegios, centros cívicos, universidades o instituciones oficiales para explicar su pasión. En la actualidad, es propietaria y mantiene ocho repetidores propios, tanto analógicos como digitales.

Una vez superado el examen de las autoridades -que es un poco más difícil que el del carnet de conducir, según puntualiza el tesorero, Fernando Azanza (o EA2DLM)- uno obtiene su código de identificación personal y exclusivo y ya está capacitado para lanzarse al espectro electromagnético. Los intereses de los radioaficionados en Zaragoza son variados, aunque unidos siempre por el interés tecnológico.

La práctica de la afición suele ser solitaria, cada cual en su casa, en la que disponen de equipos en función del espacio o los fondos. Pero de forma conjunta organizan competiciones para intentar realizar el mayor número de contactos en una hora o para decidir quién manda más lejos una señal. Otros se dedican a usar la Luna o los meteoritos para lograr que reboten sus mensajes. Esto implica colaborar tanto en la construcción de antenas como en compartir avances y descubrimientos.

Redes sociales

La era de las redes sociales no les ha pillado con el pie cambiado, aunque lo pueda parecer, ahí rodeados de diodos y bobinas. «Nos dijimos, o nos ponemos las pilas o esto de internet se nos come», bromea el secretario José Manuel Carballais (o EA2DPQ). En las paredes, varios carteles detallas la distribución de frecuencias UHF, VHF y HF. De fondo se escucha la vibración de la onda corta. Conoció el mundo de los radioaficionados durante su luna de miel. Gracias a un walkie talkie entabló relación con un canario que le descubrió un mundo en el que se puede volcar en la actualidad gracias a la jubilación.

En la sede de la URZ se pueden encontrar algunas radios antiguas, viejos equipos que se usaban antes de que la digitalización facilitara el rastreo de frecuencias. Una de las que conservan es idéntica a la que usaba el rey emérito, Juan Carlos I, en sus tardes de radioficionado. Se desconoce si el actual monarca ha heredado este entretenimiento.

Este fin de semana los miembros de la agrupación van a participar en varios talleres divulgativos en Vera de Moncayo, en una actividad llamada, ojo, Días de trufa y radio, aprovechando las jornadas sobre el hongo que se celebran allí. Otra de sus actividades más señaladas es la de haber montado emisoras de radioaficionado y transmitir desde un tren histórico en marcha en colaboración con la

Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía (AZAFT).

Por cierto, los miembros de la Unión de Radioaficionados de Zaragoza se declaran herederos de Tesla, Marconi o Edison. Pero cuando las cosas van mal tienen un santo al que rezar: San Maximiliano de Kolbe, pues operó en la Polonia ocupada una emisora clandestina. Reconocido por Juan Pablo II, ahora siempre está atento a que nada falle si uno de adentra en la frecuencia equivocada.