El primer día que salió a la calle, lo decidió. Quería dedicarse a la música. «Tenía 17 años, me dejaron una guitarra de doce cuerdas y me aventuré a salir en Málaga, que es de donde soy. Se generó mucha energía, hubo una respuesta de la gente muy buena y me sentí muy bien», cuenta Diego Meléndez que reside en Zaragoza desde hace seis años y que reflexiona sobre el hecho de tocar en la calle: «Fue algo muy enriquecedor aunque no deja de ser un trabajo y una responsabilidad porque realmente estás poniendo un hilo musical a todo el que pasa por ahí».

«Es un público diferente porque la mayoría de la gente que pasa por la calle no está habituada a consumir música en directo en locales. Es curiosa la simbiosis que se produce con los niños o las personas mayores, es un tipo de público que no estás acostumbrado a tener y eso te hace mucho más visible», relata Diego Meléndez que apuesta por los clásicos en la calle: «Cuando salgo a tocar me gusta mucho evocar, sobre todo a la gente mayor, momentos que no recordaban. Me sucede mucho en la calle que me dicen cuánto tiempo hacía que no tocaba esta canción, qué raro que un chico tan joven la toque», dice con soltura antes de explicar a qué artistas suele interpretar con su guitarra: «Hago música de los 70 o incluso de los 60, me gusta mucho tocar Triana, Lone Star, Chicho Sánchez Ferlosio, incluso Aute… Me encanta esa sensación de revivir cosas que están ahí olvidadas que no es muy común que yo las toque y la gente lo agradece. Cuando toco en los locales ya meto más de todo porque en la calle también introduzco algo más actual pero no tanto».

Meléndez actualmente sale a tocar con su guitarra aunque explica que lo ha hecho «en todos los formatos» y que a veces «me junto con más gente para tocar. Estuve mucho tiempo con un teclista que ahora está en Estados Unidos y salgo también con Marcos, que es un percusionista... Es que yo empecé tocando en la calle», recuerda el músico que se retrotrae a seis años antes justo cuando llegó a la capital aragonesa: «Yo he tenido mucha suerte siempre, Zaragoza es muy agradecida con los artistas callejeros, de hecho, me dio la oportunidad de quedarme cuando vine a la aventura», dice a la vez que bromea sobre lo difícil que fueron sus inicios: «El primer mes no tenía ni amplificador y los maños hablais muy alto así que al principio no podía salir en horas de mucho jaleo porque como hubiera gente y hablase, ni se me oía... y eso que en la calle Alfonso aún se escucha un poco. Pero me dieron la oportunidad de ahorrar ese primer mes y pillar el amplificador que era algo necesario», explica medio bromeando Meléndez.

Terapia de choque

Él suele salir, cada vez que lo hace, entre dos horas y media y tres («ya que estoy aprovecho el tiempo y echo el resto»), y es una experiencia que le recomienda a todo el mundo: «Yo soy de los que siempre anima a la gente porque la calle es superescuela de todo. Estar dos horas y media concentrado en sonar bien te da tablas y eso te hace perder muchas inseguridades. Estás muy expuesto, solo ante el peligro, por lo que es una terapia de choque para la gente que tiene miedo escénico», apunta y, de hecho, algunos de los que se han animado a tocar en la calle lo han hecho tras hablar del tema con él: «Algunos me preguntan por los amplificadores y eso, el vernos en los Open Mic ayuda mucho», dice.

De hecho, el músico malagueño ya emprendió una gran aventura de tocar en la calle el verano pasado y ya piensa en otra todavía mayor: «El verano pasado estuve de gira por España tocando en la calle, por todo el norte, Logroño, Santander, Galicia, Barcelona, Pirineos, Ibiza, Málaga y que el verano que viene lo quiero hacer por Europa. Está guay tocar en la calle y, al mismo tiempo, poder ir costeándote los viajes al mismo tiempo que tienes algo de vacaciones», señala.

El músico no ha tenido mayores problemas por tocar en la calle («un par de multas que me pusieron», dice sin darle mucha importancia) y, por el contrario, solo tiene buenas experiencias cuando le preguntas por ello: «Por lo general, nunca he tenido quejas ni me ha pasado nada, a no ser que se queje un vecino pero no suele pasar, de hecho la mayoría de la gente está muy agradecida. Cuando estás tocando, es verdad que siempre hay una mínima parte de los que pasan por ahí que pone cara rara o que le notas mala energía pero por lo general solo ves sonrisas», concluye Diego Meléndez.