El último videoclub de Zaragoza cumple 30 años. No se puede decir que esté en pena forma, pero no falta ilusión. «Estamos bastante a gusto, la clientela nos está dando ánimos», afirma su propietario Carlos Ramo. Infatigable, continúa mimando su catálogo a pesar de que los tiempos son adversos.

Ahora toca mirar a taquillazos como la saga de Los vengadores y recordar a los 5.745 socios se han dado de alta desde que abrieron sus puertas. A muchos hace años que ya no los ven, pero algunos otros todavía acuden con sus hijos a buscar estrenos en DVD.

El videoclub Puerta Sancho se inauguró en 1989. La mujer de Ramo, Mari Carmen Andrés, eligió un local de su barrio, La Almozara, para sumarse a la entonces pujante moda del alquiler de películas. El video doméstico empezaba a despuntar y hasta el auge de la tele privada el local fue una referencia para todo el distrito. «Muchos vecinos se vinieron a vivir a la zona en aquellos años», indica Ramo, ya que gran parte de los edificios de la avenida Pablo Gargallo se levantaron entonces.

Los inicios fueron duros, pero el negocio iba bien. Los fines de semana las estanterías se quedaban vacías. Luego llegó la etapa de guerra fría contra la cadena valenciana Drugstore Video. Abría hasta las dos de la mañana. No se amilanaron y vencieron. «Venían a muerte, pero el secreto ha sido tratar bien a la clientela», dice. Y revela algunos trucos profesionales, como reservar algunos de los estrenos a los conocidos a los que les podrían gustar, a pesar de que no los hubieran solicitado. Los grandes éxitos han sido Indiana Jones, Piratas del Caribe, Harry Potter o El señor de los anillos. «Yo tengo muy poco tiempo para ver cine, pero es necesario estar al día para hacer recomendaciones», indica.

Ahora los carteles de los viejos éxitos amarillean, como sucede con las carátulas de la zona de cine para adultos. «Fue algo que siempre tratamos con mucha delicadeza», recuerda, pues aquello llegó a tener mucha más demanda de la que pueda parecer.

El DVD se incorporó en el 2002 y la cosa empezó a decaer. Internet y las plataformas digitales fueron el remate. Los héroes de Marvel, en su modestia, son los nuevos éxitos del local, junto a las pelis de terror o Campeones. «Mantenemos el negocio porque algunas veces, cuando vienen a buscar la película, también se llevan otras cosas, como refrescos», explican. Los fines de semana alquilan una decena de títulos por tres euros. Ya no existe multa por retraso al devolverla y pocos conocen qué significa rebobinar la cinta.

La celebración de sus 30 años les ha traído más visibilidad y algunos socios. El último se apuntó esta misma semana. Nostálgicos que añoran un tipo de cine que casi no existe, como Gladiator o El nombre de la rosa. «Mucha gente nos ha dado la enhorabuena por resistir», señalan. En la actualidad el centro del negocio es la papelería. A priori tampoco parece que tenga mucho futuro, pero Ramo espera aguantar seis años más, hasta que le llegue la jubilación. Ningún otro miembro de la familia ha querido tomar el relevo. El gen superheróico del videoclub no se hereda.