Fernando de la Cueva ha estado a punto de abandonar el barco. «He empezado a comprender en primera persona el concepto de mobbing (acoso laboral)», confiesa. De hecho, este profesor de Matemáticas pidió el traslado del instituto en el que trabaja. Aunque él no quiere decir cuál es, este diario ha confirmado que se trata del Clara Campoamor, en Zaragoza. Y todo por negarse a utilizar tablets en sus clases y defender el uso del libro de texto.

Educación le concedió el cambio de centro, pero lo rechazó cuando logró ganar su particular batalla: sus alumnos estudiarían en clase con manuales recopilados por él mismo y no con ordenadores, tal y como pedía la dirección. «No estoy en contra de internet ni soy un obseso del papel, al contrario, desde 1988 siempre he aprovechado al máximo los ordenadores y la red en las clases cuando así lo he considerado. A lo que me niego es a que se nos prohíba a los profesores», relata.

Con este panorama, el día a día de De la Cueva en el instituto no es agradable. «La situación es mala, no estoy a gusto. Me costó 22 años lograr el traslado a Zaragoza, a este mi querido centro. ¿Por qué tengo que salir de él por la puerta trasera? Me siento apreciado por muchos padres, alumnos y algunos colegas. Es cierto que hay ciertas actitudes que me han sorprendido», dice.

Su historia se remonta a principios de año, cuando el claustro del centro aprobó por 2/3 el uso progresivo de los dispositivos electrónicos en las aulas. Lo hizo con un punto que hizo «revolverse» a De la Cueva, ya que citaba, de manera literal, ‘sin usar libros de texto en papel’. «Esto me afectaba directamente y me rebelé. Expuse mi postura y no salió adelante», cuenta.

«Palos a las ruedas»

La gota que colmó el vaso llegó en abril, cuando se celebró el segundo claustro. «Se propuso que hubiera, al menos, un aula por curso donde los alumnos llevaran libros. Se dijo que no y me tuve que oír de todo, desde que estaba saboteando la decisión hasta que estaba poniendo palos en las ruedas a la iniciativa. Me sentí como el saco de un boxeador, recibiendo puñetazos por todos los lados», recuerda.

Ante esta situación, De la Cueva se buscó la vida para lograr manuales de texto que entregar a sus alumnos y, así, evitar el uso del ordenador. Y lo consiguió. Logro hasta 120 ejemplares de una edición del 2008. «Me mandaron de todo Aragón. La respuesta fue magnífica». Con los libros recibidos, el profesor asistió al claustro de junio y, abiertamente, dijo que él no iba a utilizar las tablets porque había conseguido los materiales por su cuenta. «Aquella noticia se recibió mal y sentó peor, pero yo no estaba ni estoy incumpliendo nada», reitera. Su propuesta, aunque cuente con el rechazo mayoritario, sí que ha generado multitud de mensajes de apoyo por parte de familias, exalumnos o incluso docentes de otros centros de fuera de Aragón que le han contactado para decirle que están «en la misma situación», dice. Incluso ha recibido alguna carta, de puño y letra, donde alaban su postura. «Algunos compañeros del instituto, con la boca pequeña o de manera disimulada, me han dicho que me apoyan. Parece que tengan miedo», señala.

Más de 300 euros

El argumento de la dirección para utilizar estas tablets, que valen más de 300 euros, es que «se pueden usar para todas la asignaturas y así no hace falta comprar los manuales», explica De la Cueva. «Pero hay que tener en cuenta que hay que pagar unas licencias digitales que caducan cada curso», matiza.

«Sería tonto si no utilizara los beneficios que dan las nuevas tecnologías, pero lo que no se puede hacer es generalizar a todas las asignaturas el uso de la tablet. ¿Cómo se hace entonces Educación Física o Dibujo Técnico?», apunta. «El próximo año me jubilo y estoy muy contento con mis actuales alumnos. Voy, espero, a disfrutar de lo lindo este curso», garantiza.