Llega cargado con una mochila, un carro, la funda de la guitarra y un amplificador pero sin perder la sonrisa. No ha salido el mejor día posible porque el cierzo empieza a soplar pero es noviembre y es Zaragoza. «Lo más complicado es subirse en el autobús con todo esto», dice con cercanía mientras empieza a montar su improvisado escenario. Saca los cables de la mochila y tras coger ocho pilas las introduce en la batería que va directa al amplificador («son recargables», explica con naturalidad). «Voy a empezar con alguna canción más popular, quizá de Ed Sheeran», confiesa mientras asegura que espera estar tocando alrededor de dos horas: «No, no hago descanso, pararé a beber agua y poco más».

Daniel Quezada Manchester (no es muy difícil averiguar de dónde procede) llegó a España hace más de un año y, desde hace cuatro meses, decidió probar a tocar en la calle. «Siempre he tocado música -recuerda-. Desde los 15 años tenía grupos de rock y cuando vine a España he estado tocando en los Open Mic. Ahí conocí a gente que hacía esto, que se sacaban un poco de dinero y que, además, salían cuando querían, así que se puede decir que empecé a salir por ser un apasionado por la música y la motivación económica. Entre dar clases de inglés y esto, me gano la vida», asegura.

Empieza a tocar junto a la parada del tranvía cercana a la avenida Goya y los que esperan el transporte se dan la vuelta mientras unos pocos se detienen a escucharlo. En un momento se genera una especie de mística que convierte el instante en especial. «Tocando en la calle, me he dado cuenta de cosas que de otra forma ni me hubiera fijado. En los bares suele haber un tipo de público concreto, gente sobre todo soltera y no hay familias. Por el tipo de música que suelo tocar, versiones sobre todo, suelen ser las familias las que más se acercan, encuentro otro tipo de público...», dice el músico que, además, ha descubierto una atmósfera especial en la calle: «A veces, en los bares, me siento un poco como si fuera molesto para los que quieren hablar. En cambio, por la calle, estás adornando el ambiente, puedes ser parte del entorno o ser el espectáculo dependiendo de lo que elige la gente. Es muy lindo no sentir que impones una obligación», afirma el artista.

Acaba la primera canción y un niño le echa la primera moneda a la funda de la guitarra. A continuación lo hacen también un señor y una señora. No deja de dar las gracias con una sonrisa. «Es que encima la gente lo aprecia. Empecé hace cuatro meses y no creía que la gente me iba a venir y a hacer corros, a darme dinero, a invitarme a tocar en fiestas y bodas...». ¿Se gana dinero? «A veces gano más que como profesor. La gente suele colaborar y es muy generosa sobre todo con su amor, que es lo que más se aprecia», dice mientras recuerda que el otro día hasta un señor le vino llorando de emoción.

Versiones anglosajonas

Daniel Quezada Manchester toca con su guitarra eléctrica y un pequeño amplificador («mira, cógelo, ¿a que no pesa nada? ¡Menos mal!») tiene un repertorio callejero en el que interpreta versiones de grupos anglosajones. «Toco cosas que no suelo escuchar porque lo que escucho no siempre coincide con lo que escucha la gente», dice. Por eso, asegura, interpreta «a artistas populares como Ed Sheeran, John Legend, Justin Bieber… Es lo que a mucha gente le gusta y, aunque no lo suelo escuchar porque son de otro estilo, son buenas canciones». Tiene dos temas en español en su repertorio, una de El Kanka y otra de Vetusta Morla.

Toca en la calle porque le encanta la música, dice sin ningún tipo de rubor pero, ¿aspira a llegar lejos? «A grabar algo quizá... Cuando era adolescente quería triunfar, invertí mucho dinero y esfuerzo y estaba siempre como esperando a este objetivo para ser feliz. Mirándolo ahora retrospectivamente era una tortura, así que ahora si hago algo es como gratificación artística», asevera con sinceridad antes de reflexionar en voz alta: «Lo irónico es que desde que empecé a tocar en la calle está siendo una experiencia más gratificante en cuanto al reconocimiento y el aprecio que con ningún otro intento en mi vida y con eso estoy feliz», concluye un Quezada Manchester que tiene intención de desafiar al invierno tocando en la calle: «El otro día pasé frío por primera vez, se me congelaron las manos aunque alguien me trajo un té. Seguiré saliendo pero durante el día y a ver qué pasa. Con el cierzo es bastante complicado pero seguro que acaba viniendo, ¿no?», dice casi con curiosidad.