Jueves, 16 de noviembre de 2017. Estadio municipal de Butarque, en Leganés. El secretario de Estado de Igualdad, Mario Garcés, participa en una rueda de prensa contra la violencia de género cuando recibe un mensaje del cineasta aragonés Nacho Gacía Velilla en el que le propone participar en su próximo proyecto, Perdiendo el Este, secuela de la exitosa Perdiendo el Norte. «Decía que era el momento de escuchar la llamada del séptimo arte y que quería devolverme lo mucho que había disfrutado leyendo alguno de mis libros. Irresponsablemente acepté», indica el jacetano Mario Garcés, que en junio, tras la moción de censura a Rajoy cesó como secretario de Estado. Desde entonces contradice la maledicente leyenda de que todo el que deja la vida pública halla un agradable acomodo en un consejo de administración. Lejos de eso, Garcés ha cerrado varios proyectos, entre ellos la colaboración con medios de comunicación, acaba de publicar Historias de España que nadie te había contado (Editorial Almuzara), un libro de 21 episodios que va desde la locura de Juana la Loca, hasta el sexo de Fernando VII, las últimas horas de vida de García Lorca o el circo en el franquismo con Carmen Polo, o ha colaborado en un libro colectivo sobre los 40 años de la Constitución con notables figuras de estos últimos años o en otro libro de relatos al lado de plumas como la de Lorenzo Silva. Y también, aunque le quita importancia, hace de actor.

Garcés hace un cameo en Perdiendo el Este en una secuencia con Leo Harlem, que le apoda cariñosamente el Ricardo Darín de Jaca. «Agradezco enormemente a Nacho que me haya permitido conocer por dentro el rodaje y la producción de una película», comenta Garcés, quien ha descubierto que en el cine hay poco de improvisación y todo está sujeto a un guión del que no es fácil salirse. «Rodé un día en Pamplona, en el aeropuerto, convertido, por arte de la magia del cine, en un aeropuerto chino. Pensé que en el cine se podía desarrollar la improvisación. Grave error. Adapté mis frases, cambiando el guión original. Y fui recriminado por el director que me pidió que me atuviese a mi papel», comenta.

Esta película se estrena en febrero, pero no será la única. También participa, en un papel más largo, en El secreto de Ibosim, de Miguel Ángel Tobías. La película se rueda en Ibiza. En el reparto, Rodolfo Sancho, Cayetana Guillén Cuervo, Micky Molina y Miriam Díaz-Aroca, entre otros. Interpreta a un empresario arruinado.

Ha hecho buenas migas con Rodolfo Sancho, «dicen que tengo cierto parecido físico a su padre, Sancho Gracia», y con Miriam Díaz-Aroca, de la que ya era amiga. «Además de tener un control absoluto de su papel, se había memorizado el mío, y me dijo que se lo interpretase en el coche, en media hora de trayecto. Aprendí mucho de lo que supone el oficio de actor. Un oficio extraordinariamente duro».

Aunque no aspira a ganar un Goya, siempre ha sentido «una especial pasión por el cine». De niño hacía obras de teatro en las Escuelas Pías en Jaca y en el instituto Domingo Miral. De adolescente, con el grupo folklórico Alto Aragón pudo «desarrollar la pasión por la música y el folclore en muchos lugares. Incluido Nueva York, y junto a José Antonio Labordeta». A los cinco años, en su primera obra, se disfrazó de mujer, era secuestrado y en la secuencia final un policía le besaba.

El exsecretario de Estado y exconsejero de Hacienda del Gobierno de Rudi, mientras, tiene un papel activo en el desarrollo de programas del PP. Dice haber recibido muchas llamadas, que agradece, «y no solo del PP, también de la izquierda, de gente que sorprendería». «Participé en el proyecto de Pablo Casado por convicción moral, sin pedir nada a cambio», asegura. Y ve la política desde otro ángulo. «La gente no es consciente de la presión diaria de la responsabilidad política, y cómo la política es poco generosa con la gente de talento y acostumbra a premiar a los supervivientes. Es cabal y necesario afirmarlo con contundencia».