Diez operaciones en sus rodillas. Se dice pronto. Cuatro de ligamento cruzado en la derecha y una en la izquierda, más algunas intervenciones más en la articulación derecha. Eso es lo que ha soportado Andrea Esteban, de 23 años, nacida en Teruel y que en las filas del Valencia ha dicho adiós al fútbol con la cabeza alta de quien pelea hasta el final y con la seguridad de que como entrenadora, por ahora en la selección valenciana sub-15, llena este hueco. «Soy una enferma del fútbol, es mi vida desde que tengo uso de razón, todo ha girado en torno a él. Es con lo que más disfruto. Lo he intentado hasta el último momento, pero al ver que no es sano para mi cuerpo, me aparto y lo vivo y disfruto de otra manera», asegura.

Andrea empezó con seis años, en el colegio La Fuenfresca, en fútbol sala y llegó a jugar hasta en el Teruel antes de marcharse al Levante con 14. «Jugué con chicos hasta esa edad. Entonces era un poco bicho raro, aunque ahora es distinto porque el fútbol femenino está creciendo. Era la única chica en el Infantil de División de Honor y nos movíamos por todo Aragón».

La tanteó el Transportes Alcaine, pero las condiciones del Levante eran mejores y sus padres, que viven en Teruel, decidieron hacer un esfuerzo tremendo que ella agradece de corazón. «No teníamos los medios como en los chicos, con una residencia. La única opción era hacer los viajes. Fueron cuatro años de muchos kilómetros, porque íbamos y veníamos en el día. 300 kilómetros entre ida y vuelta. Empecé dos días, después tres y al final cuatro, uno de ellos en tren, en ese tan rápido que va hasta Valencia», sonríe.

Su calvario con las lesiones de rodilla empezó con 16 años, en el Europeo sub-17. La primera fue la izquierda. Y, además, tuvo que superar en el 2015 el fallecimiento de su hermana. «Ese momento tan duro te hace ver cuáles son de verdad las cosas más graves y más importantes. Solo nosotros, mi familia, sabemos lo que conllevó», asegura.

El paso definitivo

El verano pasado ya tenía decidida la retirada. O casi. El doctor Cugat le dio el último empujón: «Llevaba mucho tiempo con molestias que ya no solo llegaban a mi entrenamiento sino a mi vida diaria. Decidí seguir de otra manera. Al final ser entrenadora, en lo que llevo más de dos años, me llena más de lo que pensaba».

Ha terminado la carrera de Fisioterapia y ahora trabaja en la Federación Valenciana como fisio y dirige la selección femenina sub-15. «Me gustaría entrenar a un equipo profesional masculino», dice alto y claro. Eso le haría ser una pionera. «Quiero saltar esa barrera. Está muy alta, sí, pero si no hay mujeres que intentamos cruzarla va a estar siempre ahí. Ya derribé una jugando con chicos hasta infantiles, ¿por qué no esta ahora?», se pregunta.

Mientras tanto, ha colgado las botas en un momento de auge del fútbol femenino. «Se le está dando mucha visibilidad, pero hay que seguir. No se trata solo de llenar estadios, sino de conseguir que eso no sea noticia, que haya una base más fuerte y que las condiciones de todas las jugadoras mejoren. Esto no se tiene que frenar. Esta burbuja hay que aprovecharla», concluye.