Una vez aparcada la operación bikini, está permitido adentrarse en la fábrica de la Trenza de Almudévar para dejarse llevar entre masas, frutos secos, buen olor y personas que trabajan con mucho cariño. Además, la familia Tolosana este año está de celebración porque cumple 25 años con un reconocimiento que les ha traído mucho éxito desde que empezaron en los años 80. En 1994, el Ejecutivo autonómico les otorgó la marca Aragón Calidad Alimentaría, un sello de garantía certificada para aquellos productos agroalimentarios de la región que destacaban por sus excepcionales cualidades gastronómicas y nutricionales y que actualmente se denomina C’Alial. Desde entonces, estas dos generaciones no han dejado de crecer y de adaptarse a los nuevos tiempos y a los avances.

Cuando Jesús y su hermano Luis empezaron a trabajar en la panadería que ya había llevado su abuelo, era «impensable» que 30 años después estarían donde están ahora mismo y que uno de sus productos estrella iba a ser un referente de la gastronomía aragonesa. Tampoco pensaba que se iba a poner en la mesa de muchos hogares. «Cuando salió tuvo éxito porque fue algo novedoso, porque era una pastelería que se podía llevar, se adaptaba a cualquier momento y no era una bollería como el resto», explicó Jesús, que dio una gran importancia al empaquetado de este dulce.

A medida que han pasado los años, la trenza ha ido evolucionando porque la empresa no ha dejado de avanzar para conocer el punto exacto de los procesos, los productos que son los más adecuados y los aromas más favorecedores. «La trenza sigue siendo la misma pero ahora hay un gran trabajo detrás para que cada vez sea mejor», contó Jesús.

De 7.000 trenzas al año con seis trabajadores, pasaron a 300.000 trenzas y 50 empleados que hoy en día se dividen en las diferentes salas del proceso de elaboración y que diariamente fabrican unas 630 trenzas. Es empezar a andar por las distintas salas y los sentidos empiezan a cobrar vida propia. En la zona de bollería los ojos se van a una gran máquina que alisa la masa, la corta con la medida exacta, echa la yema, esparce los frutos secos y finalmente, el toque personal, el trenzado hecho a mano. En la zona de cocción el olfato termina por volverse loco y el oído permite darse cuenta de que ha empezado el proceso de bañar este dulce en glasa para darle el brillo. Finalmente, el tacto entra en juego a la hora de coger un trozo y dejar que las papilas gustativas hagan el resto del trabajo.

EVOLUCIÓN

La familia Tolosana desveló su mayor secreto para obtener los mejores resultados: el tiempo. «El proceso de elaboración es de 72 horas, podría ser menos, pero los resultados no serían los mismos». Otro aspecto que les ha hecho seguir manteniéndose como un producto de calidad y conocido por mucha gente, ha sido su manera de adaptarse y de evolucionar con el paso de los años. Internet ha sido una herramienta clave que les ha abierto nuevos horizontes debido a que ahora en 24 horas y por el mismo precio, cualquier persona puede recibir en su casa una caja con Trenzas de Almudévar. Actualmente venden entre 800 y 1.000 a través de este medio, cifra que aumenta durante la temporada navideña.

Una visita tan dulce como esta solo puede acabar paseando por la localidad y sobre todo entrando en su panadería para volver a casa con el estómago lleno de esta trenza que termina convirtiéndose en un vicio para todo aquel que termina cayendo en sus encantos.