El periodista Roberto Miranda siempre ha sostenido que para un creador, en cualquier especialidad, no hay nada como que su obra sea reconocida sin necesidad de ver la firma. Sabe bien lo que dice. A él le pasaba habitualmente cuando estaba en activo (lleva varios años jubilado). Solo esa reflexión sería suficiente para explicar la trayectoria de Joaquín Ferrer Millán (Zaragoza, 1951), ya que en su caso se ajusta a rajatabla. Un cuadro suyo es reconocible desde el primer instante. No hace falta que le acompañe la firma. Lleva su sello implícito. “Es cierto que por mucho que me he fijado siempre y me fijo en otros artistas, nunca he visto a nadie que haga cosas similares”, reconoce él mismo.

Próximo a la llamada pintura cinética, esa que produce ilusiones ópticas, Ferrer acumula ya 45 años de carrera e incontables exposiciones individuales y colectivas, así como numerosos premios. Echa la vista atrás y recuerda cómo comenzó con “geometría pura y dura” para poco a poco forjarse ese estilo único y reconocible que le caracteriza. “Elegí un camino propio, muy particular, y aquí estoy”. Y donde está ahora mismo Joaquín Ferrer Millán es exponiendo en la sala Orfila, en el corazón de Madrid. Se trata de una selección de 24 cuadros elaborados entre 2009 y 2018 que ha titulado Sueños paralelos. La muestra se inauguró el 19 de noviembre y estará expuesta al público hasta el 12 de diciembre.

Origen de una pasión, 2017. Técnica mixta sobre lienzo. 81x65 cm.

Más allá de esa impronta indeleble, la obra de Joaquín tienen otra característica indiscutible: sus cuadros se parecen a él. Uno charla con el pintor zaragozano junto a uno de sus lienzos y por momentos cree estar azotado por un fenómeno mimético en el que todo se funde en un solo estado: el sosiego.

A lo largo de casi medio siglo de entrega a la pintura, Ferrer Millán ha recogido innumerables reseñas precisamente marcadas casi en su totalidad por un denominador común: la pausa que el artista pone a su vida y a su obra. Sirvan como muestra estas palabras del malogrado exalcalde José Atarés, un gran aficionado a la pintura de Joaquín que hace ya muchos años destacó ese "inacabable repertorio de formas en tranquilo movimiento perfecto".

Para apuntalar aún más la serena figura del artista zaragozano, habría que añadir también la visión que María Luis Grau Tello, doctora en Historia del Arte, ha publicado en el catálogo de Sueños Paralelos: "Posicionarse dentro del eje de la lentitud constituye toda una declaración de intenciones ante un mundo cada vez más acelerado". Y todo ello aderezarlo con esta delicia escrita en el 2003 por Rafael Ordóñez Fernández, jefe del servicio de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza durante años y experto número uno en la obra de Pablo Gargallo: “La pintura de Joaquín se ocupa desde hace mucho tiempo, antes que de su vida, de la nuestra”. Nada que añadir.

Misterioso vegetal, 2014. Técnica mista sobre lienzo. 130x97 cm

La obra de Ferrer Millán no tiene secretos. O si los tiene, son públicos y notorios: amor infinito por la pintura ("Yo no trabajo, yo pinto, hago lo que me gusta"), dedicación continua ("Pinto cada día, un rato por la mañana y un rato por la tarde, es una necesidad") y, detalle innegociable, hacerlo siempre con luz natural (“Eso sí que lo cumplo a rajatabla"). A ello solo hay que sumarle ese ritmo tranquilo tan propio de un ser cauto y paciente ("Un cuadro de 1,14x1,46 me puede costar hacer mes y medio más o menos) y una absoluta honradez por lo que hace ("Siempre he pintado lo que querido pintar, justo lo que siento, lo que me apetece. Todos mis cuadros los pinto primero mentalmente").

Dilema diverso, 2017. Técnica mixta sobre lienzo. 55x46 cm

El paso por la capital de España con motivo de sus Sueños Paralelos ha servido a Joaquín para constatar "el nuevo rumbo" que ha tomado el mundo de la pintura. "Es una pena pero las galerías están desapareciendo a toda velocidad. En Madrid han pasado en poco tiempo de más de 200 a menos de 50. Del caso de Zaragoza ya ni hablamos. La gente se ha olvidado de las galerías de arte y solo acude a las grandes exposiciones de instituciones y museos que se publicitan con campañas desmesuradas”. Probablemente no estemos ante una crisis, sino ante un cambio de era. De tendencias. Como en tantas cosas. “Quizá sea así. La gente está saturada de imágenes. Televisión, ordenadores, móviles… Especialmente la juventud, que ha perdido el afán por conocer. El interés por la pintura decrece, a no ser, como he dicho, que te empujen a ella con campañas desorbitadas”.

Joaquín habla orgulloso del pasado y con cierto pesimismo del futuro, pero con la misma tranquilidad y paz de aquel que ha hecho, hace y hará siempre lo que ha querido: pintar.