Urko Carmona aprendió a volver a disfrutar de la vida cuando tenía 16 años. Antes era un fan del deporte. Practicaba fútbol, baloncesto, natación y era una apasionado de la bicicleta. También dio sus primeros pasos en la escalada en las paredes catalanas de Pedraforca. Pero esa vida feliz se cortó de cuajo. "Iba con la moto por una carretera de Alicante y me pasó por detrás un camión. Me arrolló y perdí la pierna derecha. Rompí un faro con la cabeza y se me hundió totalmente el cráneo", recuerda Carmona.

Estuvo una semana en la UVI y, tras un mes en el hospital, le dieron de alta. "Lo peor fue la pérdida de la pierna, porque no sufrí ningún daño cerebral. No me costó mucho remontar del accidente y nunca me planteé que no podría hacer lo que quisiera. Me hicieron una prótesis y, nada más salir del hospital, ya empezaba a ir en bicicleta con la prótesis y con la silla de ruedas me ponía a jugar a fútbol", dice.

Ahora tiene 33 años y lleva una prótesis en su pierna derecha. Todo lo que ha querido, lo ha hecho. Salvo una cosa. "Me encantaba salir a correr como una cabra por el monte cuando para de llover. Ahora lo tengo un poco mal. Estar en la montaña no tiene precio y me aporta mucho pasar una hora dando unas vueltas por el campo". Carmona se ha centrado en la escalada y se ha superado, rozando la perfección pese a su discapacidad. Tanto ha progresado que se ha llevado los Mundiales de paraescalada del 2010 y 2012 y los Europeos del 2013. Ahora prepara los Mundiales que se celebran en Gijón.

Carmona fue el gran protagonista de la 38 Semana de la Montaña que ha tenido lugar en Ibercaja y que ha organizado Montañeros de Aragón. El pasado jueves, y con la sala llena, dio la charla titulada Una vida verticalmente desplomada. Carmona aprendió durante tantos años de superación a no arrojar nunca la toalla. "Lo más fácil es tirarla. Pero si lo intentas, lo consigues. Con una pierna rígida que me servía de apoyo, fue un aprendizaje volver a escalar. Poco a poco fui subiendo de grado de escalada y ahora tengo 8a a 8a+". Alfredo, su amigo de Monovar, le enganchó un poco más a la escalada. "Me sacaba de la cama y nos íbamos a escalar. Con él hemos compartido muchos viajes después del accidente", afirma Carmona.

Los éxitos

Su primer Mundial de paraescalada lo logró en la suma de las pruebas de Val Daone y de Japón. En el 2012 llegó su segundo oro en el Palacio de los Deportes de París-Bercy. "Lo que más me impactó y más me llenó es que me encontré con mucha gente discapacitada", dice.

Ahora compatibiliza su trabajo invernal como operario de mantenimiento en la estación de La Molina con las conferencias y, sobre todo, con la escalada, que se ha convertido en su pasión. "En este momento vivo en la furgoneta buscando paredes por todas las partes. Paso por casa 15 días y me vuelvo a marchar unos cuantos meses. La escalada es mi forma de vida".

Urko es un hombre tranquilo, agradable y de trato afable. Ya ha viajado por paredes de todo el mundo. "Ya he escalado en las Cinco Torres de los Dolomitas, en Fontainebleau, cerca de París y en las paredes griegas de Kalymnos. Aunque mi sueño es escalar en Tailandia", dice. Prefiere escalar en la roca natural que en un rocódromo. Aunque tiene un problema. "Las vías largas me atraen mucho, pero entraña muchas dificultades por las aproximaciones. Te cansas más en el camino a la pared que escalando", dice. En España sus paredes favoritas son el Peñón de Ifach, el Naranjo de Bulnes y Riglos. Pero hay un sitio que le encanta. "Es la Sierra de Guara y sobre todo Rodellar. Allí me he pasado muchos veranos y si voy tanto por allí, por algo será", concluye Carmona.