Hay detalles que deberían de ser tenidos en cuenta a la hora de valorar, medir la valía y aportación al mundo del deporte de las grandes estrellas. Por ejemplo, lo que ocurrió ayer en Brno, República Checa, no es normal. Y no digo, no, que debiera servir para aumentar (aún más) el tremendo prestigio, calidad, determinación y coraje de Marc Márquez (Honda), no. Pero casi.

Me explicaré. Márquez tiene 26 años. Es heptacampeón del mundo. El pentacampeón de MotoGP más joven de la historia. El muchacho poseedor del 85% de los récords de precocidad. Nadie ha ganado ni se ha subido al podio tantas veces, en los últimos siete años, como él. ¡Nadie! Solo él ha ganado cinco de los últimos seis campeonatos.

Más, perdón. Nadie en la historia ha sumado 86 poles positions. Nadie ha logrado igualar (hasta ayer, él) las 58 de MotoGP del pentacampeón Mick Doohan. Nadie ha logrado seis poles en las diez últimas carreras. Ni cinco victorias (Argentina, Jerez, Le Mans, Barcelona y Alemania) en las nueve últimas.

Nadie es líder del Mundial de MotoGP, a mitad de año, con 58 puntos más que Andrea Dovizioso (Ducati), 64 más Danilo Petrucci (Ducati), 84 más que Álex Rins (Suzuki), 100 más que Maverick Viñales (Yamaha) y 105 más que el nueve veces e incónico Valentino Rossi (Yamaha).

Es más, esos rivales, todos, deberían haberse jugado, sino la vida (pues se la juegan cada día, sí), el tipo y haber asumido el riesgo que él, Marc Márquez Alentá, que algo habrá tenido que ver mamá Roser en este milagro, aceptó cuando, en el ensayo de 15 minutos en el que se decidía la pole del GP checo (14.00 horas, DAZN), entró en boxes, dejó su moto con neumáticos de agua y cogió su segunda Honda, equipada con ruedas lisas (slics, las llaman), de seco y jugársela al todo o nada. Y ganó, arrasó: les metió casi tres segundos a todos. A todos los que deberían haberse jugado el tipo para atrapar al único que no tenía necesidad de protagonizar una gesta así.

Márquez, que podría correr lo que resta de Mundial (diez carreras, 250 puntos) con una mano, buscando, simplemente, el podio y asegurándose el sexto cetro en siete años, prefirió arriesgar, bailar sobre una pista que era un espejo, húmeda, mojada, con un estrecho carril en algunas curvas (no todas) y lograr dos vueltas estratosféricas convirtiéndose en el Márquez apoteósico de siempre. Como gritó el relator uruguayo Víctor Hugo Morales cuando Maradona marcó el gol del siglo a Inglaterra, en el estadio Azteca, en el Mundial-86 de México «¡Decirme! ¿de qué planeta viniste?»

Todos salieron a la pista indecisos. Llovía, no llovía, la pista estaba húmeda, inundada, se hizo un carril seco, pero estrecho. Nadie hizo un buen crono en los primeros cinco minutos. Márquez fue el primero que se la jugó. Entró en boxe, cogió la Honda de seco y ¡boooom!, bailando sobre la pista, hizo 2.04.165 en el primer intento suicida ¡pole! Y, ya lloviendo, 2.02.753, en el segundo, ¡más pole!

«No debí hacerlo. Fue una locura. Soy líder del Mundial, la carrera es mañana (por hoy), la semana que viene hay GP, no tenía necesidad de arriesgar tanto, pero lo llevo en la sangre, me viene de serie, es mi ADN. La verdad, no tenía sentido arriesgarse tanto. Me han metido una bronca de narices. Con razón», explicó después. Es más, reconoció que era cierto que le habían «leído la cartilla Santi (Hernández), Alberto (Puig) y Emilio (Alzamora), pero no pasa nada, estaba preparado de antes porque en las entrevistas en el corralillo les he dicho lo que pensaba porque ya lo sabía, era consciente de que era innecesario cómo la había conseguido».

«Es verdad que es una más porque mañana, en la parrilla de salida, entre primero, segundo y tercero, hay la misma distancia, por lo que ésta ha sido una pole de adrenalina total, pero estoy contento porque aunque el riesgo ha sido innecesario lo hemos salvado, aunque es verdad que tengo que pensar más en las opciones del campeonato porque el objetivo era la primera línea y con la primera vuelta ya valía», añadió Marc Márquez.

¡De qué planeta viniste, barrilete cósmico!, cantó Morales.