Se ha pasado el fin de semana escuchando en todas partes, en todas las radios, en las televisiones, en los diarios locales, que él, Marc Márquez Alentá, el pentacampeón del mundo más joven de la historia de MotoGP, es el Leo Messi de las motos. Se ha pasado el fin de semana, desde el viernes en que su moto se negó a arrancar hasta bajar ayer del podio como gran triunfador del Gran Premio de Argentina y nuevo líder del Mundial, que corría y ganaba como Messi y que, como a la Pulga, sus rivales no paraban de maquinar trampas para que no les derrotase.

Y, llegada la carrera, va y les gana a todos, a todos, incluido ese impresionante Valentino Rossi, de 40 años, que ayer cumplía 23 temporadas exactas en el gran circo, que acabó segundo y, por supuesto, al chico de la Ducati de la cucharita, el subcampeón Andrea Dovizioso, que, tras ganarle por 23 milésimas de segundo en Catar, tuvo que cederle el liderato en Argentina.

Ganó con una salida a lo Messi, con vueltas en plan faltas directas, con asistencias de gol a todo su equipo, con filigranas lamiendo el asfalto y, sobre todo, ganó con el poder, la determinación, el coraje y la solvencia que solo Messi sabe hacer. «Miré los papeles de los entrenamientos junto a Alberto (Puig, el jefe de Honda), Emilio (Alzamora, su manager) y Santi (Hernández, su ingeniero) y decidimos que, si podía, debía escaparme porque mis siete primeras vueltas eran mucho mejores que las de los demás. Si cogía algún segundito, podía ganar». A las 10 vueltas, tenía 11 segundos de ventaja. Llegado el giro 16 (de los 25 de carrera), pasó al 1.40 de sus rivales y ganó como Messi.

Y, claro, le preguntaron si se sentía Messi. «¿Messi?, que dice, que dice. Messi es uno de mis ídolos, como Rafa Nadal o Andrés Iniesta. Yo, a Messi, lo tengo en un pedestal, pues es increíble todo lo que hace, cómo lo hace y durante el tiempo que lleva haciéndolo. Y, sí, para mí, es el mejor de la historia, pues es la historia que conozco. Hagan como yo, no lo cuestionen y disfrútenlo».

Alzamora, sin embargo, sí cree que Márquez es el Messi de las motos «sobre todo, porque como Leo, no se cansa de ganar. Lo que ha hecho es tremendo, único, portentoso y, este año, le acompaña la moto». «Sabía que se podía escapar ¡pero, Dios, no tanto, ni tan deprisa!», exclamaba Hernández, su ingeniero. «¡Buaaah!, salió, se escapó y ya no volvió a salir en la tele», dice con una sonrisa tremenda su telemétrico Carlo Liuzzi. «¡Tremendo!, ¿qué habrán pensado los demás?», se preguntaba Hugo Bucher, analista de la telemetría.

Tenía ganas de hacer una carrera así en Termas. El pasado año fue el más rápido, hizo una carrera impresionante, pero se volvió loco, empujó, peleó en exceso y lo sancionaron. Recordó que, en el 2018, tuvo que salir camuflado en un coche porque los fans de Rossi lo querían maltratar. «Este año todo ha sido diferente y, sí, me he sentido muy arropado. A la velocidad del año pasado, quería añadirle una muestra de precisión, velocidad, contundencia y, sobre todo, demostrar que había aprendido de los errores del año pasado».

No hubo carrera. Ni rivales. Bueno, en realidad, no los hubo a lo largo de todo el fin de semana. «Cuando tu eres el más rápido desde el primer minuto del viernes, cuando ponen en tus manos una moto con la que sientes una sintonía especial, no puedes desaprovechar la ocasión y has de ganar. ¿De paliza?, bueno, de paliza, pero solo es una carrera. Sufriremos en otros sitios». Márquez reconoció que le hace muy feliz llegar a Austin, donde nunca ha perdido, como líder y, en ese sentido, confesó que, por primera vez, quería que Vale derrotase a Dovi en su pelea por la segunda plaza, pues esa plata le daba el liderato a él. Y, de pronto, surge una voz ronca, poderosa, del fondo del grupito de periodistas argentinos que rodean a Márquez. «Perdona, sé que falta mucho, pero ¿pensáis que volvéis a ser candidato al título?» «Bueno, no sé, supongo que sí. La intención es esa».