La rúa de este año será sonada. «Se’ns gira feina!», proclaman, en Motorland Aragón, Ramon y Lluïsa, los tíos encargados de organizar todas las fiestas de celebración de Cervera (Lérida) de los títulos de los Márquez. Se viene, otra vez, trabajo y se prepara una buena, efectivamente. «No digas nada, hasta que no esté en el saco y bien atado», le grita al oído su sobrino Álex. «Poco a poco, que no hay prisa», murmura Marc a su lado.

Lo cierto es que tanto Marc como Álex dieron un paso muy importante para repetir la gesta, la proeza, el akelarre que ya lograron en el 2014, al lograr la victoria en MotoGP y el tercer puesto en Moto2. El mayor, el gigante, el heptacampeón, el que marca estilo y camino está ya a solo una carrera (Tailandia el 6 de octubre es la próxima cita) de repetir título y ganar su octava corona. Total, solo tiene que ganar o sumare dos puntos más que Dovizioso. Y Álex, que sale del divertido trazado de Alcañiz con 38 puntos de ventaja sobre Jorge Navarro, 42 sobre Augusto Fernández, que ayer se cayó, y 44 más que el suizo Thomas Luthi, tendrá que sudar (y esperar) algo más, pero es el claro favorito al cetro de la categoría intermedia. Una pareja de hermanos campeones.

Primera vuelta: un segundo

Lo cierto es que ayer, en el circuito de Aragón, todos los ojos estaban depositados en Marc, que corría su gran premio número 200, había dominado (casi de forma insultante) todo el fin de semana, les había metido un montón de décimas a los demás y había dicho, por vez primera, que se veía capaz de escaparse y, además, buscaba la primera pelota de partido. Y todo, absolutamente todo, lo hizo en un plis plas. Visto y no visto. Se apagó el semáforo y Márquez se fue, se fue, se fue, hasta desaparecer de la vista de sus perseguidores. Un dominio tan insultante que hizo la carrera hasta monótona.

No hubo más. Primera vuelta: más de un segundo sobre Jack Miller. Cuarta vuelta, más de dos segundos sobre el joven australiano de Ducati. Séptimo giro, más de cuatro segundos sobre Maverick Viñales. Y se acabó el show, se acabó lo que se repartía, la victoria. Marc rodaba en 1.48.5 con una mano y los demás sufrían para cruzar la meta, en cada giro, siempre por encima del 1.49 minutos. No había color en Motorland. Como dijo Alberto Puig, jefe de Márquez en Honda, «cuando tú llegas a un circuito y, a los diez minutos del primer entrenamiento del viernes, les metes dos segudos a los demás, te esperas que, el domingo, ocurra esto. Marc es demoledor».

Márquez, que cruzó la meta haciendo ver que lanzaba la caña al mar, pescaba otro título y recogía hilo, como antes del gran premio en Mequinenza. Sumó, en su GP 200, la victoria 78 (ya está a solo 12 de las 90 de Ángel Nieto), su triunfo 52 en MotoGP (es decir, ha ganado el 63% de las carreras que ha corrido) y sumó su podio 129 (sube al cajón el 72% de los grandes premios). Los demás, la verdad, lo único que quieren es que acabe este calvario.

Márquez, que fue tan rápido ayer como el F18 del Ejército del Aire que nos dejó sordos antes de la salida, quiere el título cuanto antes. «¿Tailandia? Hombre, no está mal, sitio nuevo. He celebrado títulos en Australia, Japón y Valencia», dijo Marc, que añadió: «Venga, pues lo intentaremos en Tailandia». «Yo, tal vez, tardaré un poquito más», soltaba Álex.