¿Qué sería de la familia Sierra si de repente un día se apretara un botón y desapareciera el baloncesto del mundo? Se podría esperar cualquier cosa. Pero afortunadamente eso nunca pasará. Lourdes Ibarbia lleva 30 años siendo la coordinadora de baloncesto en Helios. Chemi Sierra, su esposo, es el presidente de la territorial. Y sus hijas, Andrea y Chela, llevan desde los cuatro años jugando al deporte de la canasta. Andrea tiene ahora 22 años y juega en el equipo de la Liga Femenina 2 de la Universidad de Oviedo y Chela 18 y está en Primera Nacional con el Helios.

«Ambas comenzaron en la escuela del Helios. Me llevaba a Andrea en el carrito cuando tenía meses al pabellón de Pompiliano. Estaba con ella todas las horas y era muy difícil que no jugara a baloncesto», explica Lourdes Ibarbia. Cuando los cuatro se juntan a comer no hay que ser adivino para saber de qué tema van a hablar. «Siempre es básquet. A mis hijas les gusta que les digan que lo han hecho bien. Pero si fallan una canasta, es una revolución en la mesa. Hay que saber cuándo puedes hablar. Pero en casa no manda nadie», dice con ironía la técnica.

Ibarbia es una mujer seria, estricta, exigente y perfeccionista. Su esposo es el polo opuesto. «Yo pincho más que Chemi. Es más bien de decir lo bien que lo han hecho sus hijas en el partido. La mala siempre voy a ser yo». Ibarbia reconoce que no se parece en nada a sus hijas. «A mí han salido poco en carácter. Cuando yo jugaba a baloncesto carecíamos de medios y daba igual que nevara, que allí estábamos entrenándonos. Ellas no entienden esta autoexigencia. Pero con estas exigencias se consiguen cosas. Se les dice por su propio beneficio», explica. Ambas son bases y escoltas. «Andrea tiene más carácter que Chela para todo y se da mucho mal por las cosas. Sin embargo, Chela es más happy. Lo suyo es vivir y ser feliz. Tiene siempre una sonrisa en la boca y eso está muy bien», afirma.

Cuando era jugadora Ibarbia conoció a Chemi Sierra. Fue un flechazo a cámara lenta. «Chemi nunca jugó a baloncesto, pero trabajaba en la territorial. Era futbolista y su premisa era esta: o pasa el jugador o pasa el balón. Venía a los partidos y vi que era un tío majo y surgió el encanto. Nos complementamos aunque a mí me gusta menos la gente y el va siempre de buen rollo».

Ibarbia tiene ahora 54 años y lleva 40 vinculada al deporte de la canasta. Recuerda sus inicios. «Vivía en Santa Isabel y fui a Helios. Allí estaba de jefe José Luis Rubio». Jugó en Compañía de María, Utebo y Stadium Casablanca. Llego a competir en la segunda categoría nacional. «Jugaba de cuatro, pero era un todoterreno. Me decían que me venía muy bien el juego de base. Pero yo no me veía. Era más luchadora y bregadora». Por aquellos años estaba en su cénit el Banco Zaragozano. «Coincidí con Pilar Valero, Elena Lahoz... No me impresionaba nadie. Pero Karina Rodríguez era una pasada con su carácter en la pista. Era todo ambición, no se arrugaba y contagiaba con su carácter a sus compañeras», dice.

Tras acabar su época como jugadora en Stadium por una lesión, comenzó su larga etapa en el Helios como entrenadora. «Hace 30 años había cuatro equipos. Ahora tenemos 30 conjuntos, más de 300 jugadores y una escuela con 60 niños». Además de coordinadora, Ibarbia lleva varios equipos. «Estoy metida en la escuela con los enanos y llevo un equipo alevín y dos cadetes femeninos. Soy el coche escoba», reconoce.

Ibarbia se preparó con precariedad de medios hace muchos años. Ahora quiere transmitir esa filosofía del compromiso a las nuevas generaciones. «En Helios estamos en el techo. Hay mucha calle porque con tantos equipos no podemos utilizar constantemente el pabellón. En verano se está muy bien al aire libre, pero con frío cuesta entrenarse. Pero no pasa nada por hacer la actividad en la calle. ¡Ya nos preocupamos los entrenadores que los chavales no pasen frío!», dice rotunda.

Pese a que lleva muchos años vinculada con el baloncesto, Ibarbia sigue motivada como el primer día y no está saturada. «Esto va por rachas. Pero en el momento que haces algo es porque lo quieres hacer. Cuando no me motive esto, no tengo necesidad de seguir. La directiva me respeta y confía en mí. No voy a encontrar un sitio como éste donde los padres y los niños me aprecian, te quieren y están encantados de la vida», confiesa la zaragozana.