Era un lunes e Irene, que estudia Magisterio, estaba en el colegio en el que hacía las prácticas. No era un día más. Entonces, aunque no podía, con disimulo miró el móvil. Estaba esperando noticias y le costaba estar tranquila. «Me voy a acordar toda mi vida», recuerda. Vio un montón de mensajes en su teléfono y todos tenían un motivo precioso, de orgullo, de un anhelo cumplido. Estaba convocada para la primera Eurocopa femenina de fútbol sala de la historia y el primer torneo oficial para la selección. «En ese momento me empezó a temblar todo el cuerpo, me entraron ganas de llorar y cada vez que lo pienso sigo sin creérmelo», relata.

Irene, no contenta con ir a la Eurocopa, también la ganó. Todo un hito, un logro formidable y gigantesco. Está a punto de cumplir 21 años, suma más de 30 internacionalidades absolutas y uno no se queda corto al afirmar que le queda un brillante futuro por delante, porque el presente ya lo es. Solo es cuestión de tiempo.

Vive con una sonrisa a cuestas y es una fiel soñadora. Se empeñó en que lo suyo era el fútbol sala y fue sorteando dificultades y etapas a base de calidad y velocidad. A día de hoy sus compañeras hasta le han empezado a llamar Kawasaki por su tremenda velocidad. Siempre fue como una moto.

UN DÍA PARA OLVIDAR

De bien niña había probado muchos deportes. Practicó tenis, baloncesto o kárate, pero le llenaba el fútbol sala, así que no dudó en empezar a jugar en su colegio, el actual Actur V, siendo la única chica. Pero en su primer partido, el más especial y bonito, se encontró con un comentario machista y retrógado: «Entré al campo y lo primero que me dijeron, con seis años, es que tendría que estar jugando con las muñecas. Salí llorando y sin querer volver a jugar», cuenta Irene.

Pero siempre tuvo dos enormes bazas a su favor. Una es su familia, de la que siempre se sintió «muy arropada y apoyada en todo»; y otra su carácter. Nada le iba a parar. Por eso, cuando pasó al instituto, se fue al Intersala Promises y, con 17 años, dio el gran salto. Se fue al filial del Alcorcón el primer año con la idea de subir pronto al conjunto de Primera División. «Desde que llegué estoy muy contenta y cada día me doy cuenta de que tomé la mejor decisión yendo a este club», afirma.

Eso sí, al principio se le hizo un poco cuesta arriba, «porque es una ciudad completamente diferente, muy grande, con mucha gente y todo nuevo, pero me ayudó mucho a sacarme las castañas del fuego», reconoce la aragonesa, porque «estaba acostumbrada a estar en casa, con la familia y tuve que ponerme las pilas y cumplir el doble».

Desde entonces, siempre ha ido a más. Al mismo ritmo o más que su velocidad en la pista, que ya es decir. No oculta que, una vez ganada la Eurocopa, su siguiente sueño es «ganar un título de Liga» y, con la selección, lo primordial es «que me sigan dando oportunidades» y es consciente de que «tengo que trabajar mucho para ello» y reconoce que «ojalá una de esas sea para un Mundial».

De momento ya tiene en casa la medalla que le acredita como campeona de Europa con solo 20 años. El primer escollo fue Rusia, un rival muy incómodo y ultradefensivo. La exhibición de las jugadoras de Claudia Pons fue sublime. De hecho, Irene marcó y contribuyó al pase a la gran final, en Portugal y contra las anfitrionas.

«SE PUEDE LLEGAR»

Tanto la propia zaragozana como el resto de sus compañeras notaban ese picorcillo especial por vestir la camiseta de la selección en un campeonato oficial: «Siempre se tiene una gran responsabilidad con la selección, pero había el doble porque era el primer torneo oficial y una Eurocopa, que parecía que nunca iba a llegar. Sabíamos que teníamos que ir a por todas y se notaba en cada entrenamiento». Por añadir, también fue palpable en la gran final, donde superaron 0-4 a las portuguesas en otro choque que rozó la perfección. Eran campeonas. «El momento más especial fue en el que levantamos todas juntas la Copa. Estábamos muy nerviosas, la veíamos cada vez más cerca y cuando la pudimos tocar y coger… no se me va a olvidar en la vida», cuenta.

El ejemplo de Irene, de cada una de las campeonas y de las que juegan en Primera, que lo son también, es la demostración de que se puede llegar a lo más alto, es posible alcanzar la máxima categoría sin que nada ni nadie ponga obstáculos, como se los pusieron a ella con seis años: «La Eurocopa es un paso bastante importante a la hora de que las niñas vean que se puede llegar, porque ven que se puede llegar muy alto en otros deportes, como en el fútbol, y se pueden desmotivar». Eso sí, «queda mucho por hacer todavía». Y será con Irene con papel protagonista.