El baloncesto se puede vivir de muchas formas. Como jugadora, como aficionada, entrenando desde los banquillos o en el mundo del arbitraje. Después de pasar por algunas lesiones, fue por esto último por lo que se decantó Lorena Borja, aragonesa y primera mujer gitana en arbitrar en este deporte en España. La colegiada explica cómo fueron sus inicios en este deporte, ya que ella en un primer momento lo que quería era apuntarse a canto.

«Nunca me había fijado en el baloncesto, pero mi mejor amiga me dijo que mejor que a canto me metiese a jugar en el instituto, con ella claro», recuerda la colegiada y añade que luego le cogió «el mono» y decidió federarse. «Acabé jugando hasta que tuve muchas lesiones y me metí a árbitra», relata la joven. Estuvo un año sin contacto con el baloncesto y lo echaba en falta. Entonces, Lorena Borja comenzó a buscar un trabajo de fin de semana.

No quería cualquier trabajo, sino que buscaba dedicarse a algo que le gustase. «Probablemente podría haber encontrado una cosa más fácil, pero yo echaba muchísimo de menos el baloncesto», asegua. Entonces ya lleva cuatro años pitando por las canchas. Cuando empezó, con 17 años, era además la única árbitra de baloncesto gitana de España. «Yo pensaba que habría más, cuando me enteré flipé un poco», ríe, pero también le encuentra una explicación: «Puede ser porque el deporte no está muy aceptado entre las mujeres gitanas», opina.

«Por ejemplo de mis primas, que sin exagerar igual tengo 30, ninguna hace deporte ni ve normal practicarlo», explica la aragonesa y añade que «si no has jugado nunca, meterte a arbitrar de repente es algo raro». Y ya no solo habla de mujeres: «No lo tenemos metido en nuestra etnia, el fútbol sí que está más interiorizado, pero el deporte en general no», aclara.

Al preguntarle por actos de discriminación en las canchas, Lorena Borja asegura que «alguna cosa» ha tenido. Sin embargo, no sabría identificar si ha sido por ser de etnia gitana o mujer. «En cuanto a apariencia física creo que no parezco gitana», relata la joven, que añade que desde su punto de vista «la típica imagen que tiene la gente es la gitana con el pelo largo y que habla mal, cosas muy raras que se imaginan», ríe. «Tengo que ponerme unos aros, un moño y hablar mal par serlo, como en la televisión, y yo no actúo así», explica.

Por lo tanto, cree que aunque sí haya vivido alguna muestra de rechazo «igual ha sido más por ser mujer». «Directamente no me han dicho por qué era, a lo mejor me ven y dicen ‘ya me ha tocado la chica’ y muchos de los que ponen mala cara luego te dicen ‘gracias, bien pitado’», recuerda la árbitra, que tiene que lidiar con el peso de varios estereotipos.

De todas formas, también advierte que cuando más excluida se ha sentido no ha sido en el deporte: «Cuando era pequeña en el colegio yo no tenía amigas, hay mucho rechazo hacia los gitanos. De mayor la gente tiene mejor mentalidad, pero eran muy malas conmigo», asegura. Con su mejor amiga encontró la pasión por el baloncesto y, aunque tuvo que dejar su etapa como jugadora por las lesiones, le ha dado otra oportunidad al deporte en su vida con el silbato en la boca, a pesar de que al principio lo pasó «muy mal» por los nervios en los partidos.