«Era nuestro momento de demostrar que podíamos ser campeonas de Europa, Italia nos había ganado la final del Europeo anterior y queríamos la revancha. Salimos en segundo lugar, esto nos dio más confianza porque creíamos que nos daría la oportunidad de dejar la última sensación antes de los combates. Escuchábamos a todo el pabellón lleno de familiares, amigos y compañeros de gimnasio apoyándonos. Teníamos la ocasión de ganar en casa y convertirlo en algo especial».

Para sentir los instantes previos al inicio de la final del Campeonato de Europa hay que observar en profundidad la mirada que refleja una deportista, en ella está su lucha, su entrega y su carrera. Raquel Roy (Zaragoza, 1998) es, a pesar de su juventud, un emblema del kárate aragonés. Su padre, un gran aficionado en su juventud, decidió hacer lo propio con sus dos hijos y, con tan solo cinco años, Raquel empezó a descubrir los secretos que escondía un tatami. «En mi casa se vivía como un hobby, nunca imaginé que sería lo que es ahora, ya que toda mi vida gira en torno al kárate, lo hacía como cualquier niña que hace deporte sin pensar en todo lo que ha pasado después», asegura Raquel Roy.

Lo que sucedió a continuación fue el despertar de una joven talento del kárate. Con nueve años se proclamó campeona de España y cada mes de abril revalidó las medallas conseguidas en años anteriores, siempre compitiendo en dos modalidades. «Comencé compitiendo en combate individual y en kata en equipo. El kata son ejercicios que hemos asimilado y aprendido a base del trabajo y la repetición. En competición buscamos interpretar este ejercicio con la mayor fuerza, velocidad, precisión y belleza posible buscando, al mismo tiempo, la coordinación entre las tres personas. En el 2013 entré en la selección española y disputé mi primer Mundial y el equipo se llevó el torneo. Aquí fue cuando todo empezó a cobrar más importancia», valora la zaragozana.

En su crecimiento, Raquel adoptó las grandes cualidades que miden a una gran karateca. «Sacrificio, trabajo constante, aunque las cosas no salgan bien, y tener mucha confianza en ti misma», afirma la aragonesa acerca de una disciplina donde lo físico y lo mental tienen el mismo grado de importancia. «No podría compararlo con otro deporte, las que hemos dedicado tanto tiempo hemos aprendido a vivir con él. Te enseña respeto, confianza y seguridad en ti misma, te hace ser diferente a los demás en tu vida diaria», indica la zaragozana.

Era cuestión de tiempo que las grandes oportunidades se presentaran en su carrera. En noviembre del 2018 se topó con el Campeonato del Mundo en Madrid. «Japón llegó como la gran favorita, a pesar de estar en casa, sabíamos que era muy complicado. Hicieron un ejercicio muy bueno, nos ganaron, no quedó otra, pero igualmente estamos orgullosas porque fue muy emocionante», lamenta la zaragozana, que sin la plata obtenida en Madrid no habría vivido el Europeo de Guadalajara igual. Raquel, Lidia y Marta se subieron al tatami con la seguridad de que esta vez la moneda caería de su lado. «Todo estaba saliendo coordinado y con una finalización espectacular en cada técnica. Llegamos al número final, el Bunkai, primero el mortal y luego el escorpión, nos miramos y sabíamos que había salido redondo», recuerda Raquel sobre los momentos previos a alzarse con la medalla de oro.

Su presente ha cambiado radicalmente. Ahora el gimnasio es su casa, pero su mentalidad se mantiene tan fuerte como siempre. «Iba a ser el primer año olímpico del kárate pero tendremos que esperar. Mientras tanto, trabajo el físico utilizando mi cuerpo para hacer sentadillas, abdominales, saltos... Siempre preparada para lo que pueda venir», concluye.